lunes, 13 de abril de 2020

Christine Busta / Aceptación


He heredado el bastón
de mi madre.
Su vida fue más dura que la mía,
y aun así lo necesitó
mucho más tarde que yo.

Ahora que me sostengo a mí misma con él,
aprieto una vez más la empuñadura
a la que en mi terquedad
tan a menudo me resistí
y oigo la suave voz de mi madre:

“Siempre supe
que nunca te cuidarías.
Hasta tal extremo eres mi hija.
¡Vamos! ¡Camina erguida!”

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