martes, 28 de abril de 2020
Fernando Rendón / Un poema no es un juego de azar...
Un poema no es un juego de azar
donde un corazón tahúr se juega
una apuesta sin sentido.
Tampoco se juega su existencia
el poema en una carrera de lebreles.
La poesía es la cifra del espíritu,
el vestigio de una metamorfosis sobrehumana.
En un poema siniestro fue encadenado el amor hace siglos.
En un poema realista la clase obrera lucha todavía,
mientras los pueblos indios se movilizan desde el sur.
Hombres y bosques son abatidos por una misma sierra eléctrica,
en tanto la juventud del mundo espera en vano la primavera,
que germinará como el oro rojo desde adentro.
El fuego destinado a desencadenarnos
se oculta en la imaginación de la libertad que pugna
en el corazón resplandecido de la piedra,
en las sibilinas plantas y en los libros
que la inquisición prohibió bajo pena de confinamiento,
en los cantos y mitos que nutrieron la infancia de los pueblos
que escalan la substancia de la tierra,
afincados en una incandescente cognición.
El poema resuelve el acertijo. ¿Cuál es el río presuroso,
la risueña verdad siempre cambiante que nos niega,
expresada a lo largo de una mutación inenarrable,
cuyo cauce sólo puede ser alterado por el sueño?
En la poesía, en la crucial escritura del poema,
todos nos jugamos sin ambages
esta historia mortal.
(Colombia, 1951)
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