martes, 28 de abril de 2020

Carlos Drummond de Andrade / El elefante


Fabrico un elefante
con mis pocos recursos.
Un tanto de madera
sacada a viejos muebles
tal vez le dé apoyo.
Y lo lleno de algodón,
de lana, de dulzura.
El pegamento va a fijar
sus orejas piensas.
La trompa se enrolla,
y es la parte más feliz
de su arquitectura.

Pero hay también cautivos,
de esa materia pura
que no sé imitar.
Riqueza tan pura
que subsiste en los circos
sin pérdida o corrupción.
Y hay por fin los ojos,
donde se deposita
la parte del elefante
más fluida y permanente,
al margen de todo fraude.

Es mi pobre elefante
listo para salir
en busca de amigos
en un mundo enojado
que ya no cree en los animales
y duda de las cosas.
Eh, masa imponente
y frágil, que se bate
y mueve lentamente
la piel cosida
donde hay flores de tela
y nubes, alusiones
a un mundo más poético
donde el amor reúne las formas naturales.

Vaya mi elefante
por la calle poblada,
pero no lo quieren ver
ni siquiera para reír
de la cola que amenaza
dejarlo ir solo.

Es toda gracia, aunque
las piernas no ayudan
y su vientre flácido
se arriesga a derrumbarse
al más leve empujón.
Muestra con elegancia
su mínima vida,
y no hay en la ciudad
alma que se disponga
a recoger en sí
de ese cuerpo sensible
la fugitiva imagen,
el paso desastrado
pero hambriento y conmovedor.

Pero hambriento de seres
y situaciones patéticas,
de encuentros a la luz de la luna
en el más profundo océano,
bajo la raíz de los árboles
o en el seno de las conchas,
de luces que no ciegan
y brilla a través
de los troncos más gruesos.
Este paso que va
sin aplastar las plantas
en el campo de batalla,
en busca de lugares,
secretos, episodios
no contados en el libro,
del que sólo el viento,
las hojas, la hormiga
reconocen el talle,
pero que los hombres ignoran,
porque sólo se atreven a mostrarse
bajo la paz de las cortinas
al párpado cerrada.

Y ya tarde de la noche
vuelve mi elefante,
pero vuelve fatigado,
las patas vacilantes
se deshacen en el polvo.
Él no encontró
lo que carecía,
lo que carecemos,
yo y mi elefante,
en que amo disfrazarme.
Exhausto de búsqueda,
se derrumbó el vasto ingenio
como un simple papel.
El pegamento se disuelve
y todo su contenido
de perdón, de caricia,
de pluma, de algodón,
cae sobre la alfombra,
cuál  mito desmontado.
Mañana vuelvo a empezar.

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