lunes, 20 de abril de 2020
Mercedes González de Moscoso / Como escribo
La luz del sol me daña; por la tarde
llamo a mis compañeras, a las sombras,
y pensando en mis muertos y en los que amo
de memoria compongo mis estrofas.
Surgen del alma débiles y tiernas
para arrullar mi sueño, son palomas
que abandonan el nido ya muy frío,
pues cayeron las flores y las hojas.
Las dejo que me arrullen, con el alba
abro mi libro azul con líneas rojas,
y las diseco allí como si fueran
pensamientos o blancas mariposas.
Así es como las creo y nunca cuido
del sentido del verso o de la forma,
que broten como brotan de las plantas
lirios azules y encarnadas rosas.
Mi cerebro sin luz, jamás podría
forjar idilios de color de aurora,
esos que surgen bajo forma extraña
llevando una caricia en cada nota.
Yo desconozco el arte; no construyo
estancias con jacintos ni magnolias,
mi musa no se envuelve en el ropaje
del azul de los cielos y las olas.
Se presenta muy triste y enlutada
envuelta en el misterio de las sombras,
sin otro adorno en la cabeza rubia
que un ave blanca con las alas rotas.
Por eso mis estrofas tan amadas
son de aquellas que gimen y sollozan;
con la noche despiertan a la vida
sin anhelos de aplausos ni de gloria.
Allí en el libro azul, muy en secreto
guardo mis avecitas melancólicas,
como guardé de niña las muñecas
de claros ojos y cabezas blondas.
Ya sabes como escribo… Te sorprende,
tú que conoces mis tristezas hondas?
Deja que las exprese en mi ignorancia
como expresan sus quejas las alondras.
Mercedes González de Moscoso (1860-1911):
Poeta mayor del segundo romanticismo ecuatoriano, surgió al rescoldo de la primera generación de los años 1.840 al 70 y
cantó las emociones tiernas y dulces de la vida cotidiana y hogareña.
Cultivó con asiduidad el romance heroico, sus composiciones fueron serias y sentimentales, llenas de un goce interior y misterioso por el hogar, su hija y la memoria de sus seres más íntimos, que guardaba en lo profundo de su corazón.
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