Cuando Francisco predicaba el amor a los pájaros, ellos escuchaban, revoloteaban, gorjeaban en lo azul, como una bandada de palabras
liberadas por placer de sus labios sagrados.
Luego tornaban, batiendo sobre su cabeza; haciendo piruetas sobre las capas de los hermanos.
Bailaban sobre el ala, por puro gozo tocaban y cantaban, como imágenes que alzaran vuelo. Y ese fue el mejor poema de Francisco,
su argumento real, y su tono ligero.
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