sábado, 2 de mayo de 2020

Miguel de Unamuno / El Cristo de Velázquez


¿En qué piensas Tú, muerto, Cristo mío?
¿Por qué ese velo de cerrada noche
de tu abundosa cabellera negra
de nazareno cae sobre tu frente?
Miras dentro de Ti, donde está el reino
de Dios; dentro de Ti, donde alborea
el sol eterno de las almas vivas.
Blanco tu cuerpo está como el espejo
del padre de la luz, del sol vivífico;
blanco tu cuerpo al modo de la luna
que muerta ronda en torno de su madre
nuestra cansada vagabunda tierra;
blanco tu cuerpo está como la hostia
del cielo de la noche soberana,
de ese cielo tan negro como el velo
de tu abundosa cabellera negra
de nazareno.Que eres, Cristo, el único
hombre que sucumbió de pleno grado,
triunfador de la muerte, que a la vida
por Ti quedó encumbrada. Desde entonces
por Ti nos vivifica esa tu muerte,
por Ti la muerte se ha hecho nuestra madre,
por Ti la muerte es el amparo dulce
que azucara amargores de la vida;
por Ti, el Hombre muerto que no muere
blanco cual luna de la noche. Es sueño,
Cristo, la vida y es la muerte vela.
Mientras la tierra sueña solitaria,
vela la blanca luna; vela el Hombre
desde su cruz, mientras los hombres sueñan;
vela el Hombre sin sangre, el Hombre blanco
como la luna de la noche negra;
vela el Hombre que dió toda su sangre
por que las gentes sepan que son hombres.
Tú salvaste a la muerte. Abres tus brazos
a la noche, que es negra y muy hermosa,
porque el sol de la vida la ha mirado
con sus ojos de fuego: que a la noche
morena la hizo el sol y tan hermosa.
Y es hermosa la luna solitaria,
la blanca luna en la estrellada noche
negra cual la abundosa cabellera
negra del nazareno. Blanca luna
como el cuerpo del Hombre en cruz, espejo
del sol de vida, del que nunca muere.
Los rayos, Maestro, de tu suave lumbre
nos guían en la noche de este mundo
ungiéndonos con la esperanza recia
de un día eterno. Noche cariñosa,
¡oh noche, madre de los blandos sueños,
madre de la esperanza, dulce Noche,
noche oscura del alma, eres nodriza
de la esperanza en Cristo salvador!


Cristo crucificado es un lienzo de Velázquez, conservado en el Museo del Prado desde 1829.

Durante su estancia en Roma, Velázquez hizo varios estudios del desnudo en los cuadros que pintó, como en La fragua de Vulcano (1630), y La túnica de José. Los críticos de arte aseguran que el estudio de desnudo de este cuadro es algo excepcional y magistral por la fusión que demuestra de serenidad, dignidad y nobleza. Es un desnudo frontal, sin el apoyo de escena narrativa ni posibilidad de variantes en la actitud del Cristo. En esta obra Velázquez hace un alarde de maestría y consigue que el espectador pueda captar la belleza corporal y la serena expresión de la figura.

Velázquez pinta el Cristo siguiendo la iconografía aceptada en el siglo XVII. Su maestro, Francisco Pacheco, gran defensor del clasicismo, pintaba el Cristo Crucificado con la misma iconografía que después usará Velázquez: con 4 clavos y los pies juntos apoyados en una pequeña ménsula de madera y con un contrapposto clásico que deja todo el peso en una pierna y descansa la otra. Los brazos dibujan una suave curva en lugar de un triángulo. Pinta el paño de pureza (también llamado perizoma), bastante pequeño, lo suficiente, sin derroches de vuelos como era costumbre en el barroco, de esa manera puede mostrar el cuerpo desnudo al máximo posible y hacer un estudio muscular del cuerpo humano. La cabeza tiene un estrecho halo luminoso que da la sensación de que emana de la propia figura; el semblante está caído sobre el pecho dejando ver lo suficiente de sus rasgos y facciones nobles; la nariz es recta. Más de la mitad de la cara está cubierta por el cabello largo que cae lacio y en vertical como anunciando la muerte ya sucedida por la herida que aparece en el costado derecho. Carece totalmente del dramatismo propio del estilo barroco. La sangre es mínima frente a otros ejemplos barrocos, solamente un poco en las manos, en los pies y en la herida del costado, lo que nos demuestra su inspiración andaluza mucho menos dramática que los Cristos castellanos realizados por artistas de la misma época como Gregorio Fernández.

No se sabe con exactitud la fecha en que Velázquez pintó esta obra pues no hay un apoyo paleontológico. Sin embargo los historiadores creen que la obra se realizó después de su regreso de Italia, probablemente entre los años 1631 y 1639. La influencia de la pintura clasicista se evidencia en la serena posición del cuerpo de Cristo y en su rostro idealizado, así como en la cabeza inclinada. El caravagismo se deja notar, en cambio, en el fuerte claroscuro entre el fondo y el cuerpo, así como la incidencia de la luz, artificial y muy blanca, sobre la cruz.

Seguramente fue un encargo hecho para la sacristía del convento de monjas benedictinas de San Plácido en Madrid. Se sabe que en el año 1818 el cuadro se encontraba entre los bienes embargados de Manuel Godoy, pero le fue devuelto a la la condesa de Chinchón. Cuando esta señora lo tuvo en su poder hizo negociaciones en España para su venta, pero al no llegar a un acuerdo anunció poco después su venta en París, en 1836. Pero el trato tampoco se llevó a cabo en esta ciudad y cuando murió la condesa, su cuñado el duque de San Fernando de Quiroga, eligió para sí dicho cuadro y acto seguido se lo regaló al rey Fernando VII quien lo hizo pasar al museo del Prado que ya funcionaba como pinacoteca.

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