viernes, 1 de mayo de 2020

Elegía / Miguel Hernández

La muerte de Ramón Sijé hace que el autor de este poema le dediqué esta elegía. Para el poeta él era un amigo trabajador y comprometido con la tierra en la que vivía. El poeta esta desconsolado por su pérdida y ese dolor y angustia la siente en su cuerpo, muy adentro. Es algo que siente hasta en la sangre. Le duele hasta respirar. 
El 13 de diciembre de 1935, en su pueblo natal, Orihuela, Ramón Sijé enfermó de una infección intestinal, que le produjo una septicemia (infección) que le infectó el corazón, y en solo diez días ―el día de Nochebuena― falleció.


El poeta Miguel Hernández (1910-1942) escribió un poema «Elegía», incluido en su libro El rayo que no cesa. Este poema fue musicalizado en 1972 por Joan Manuel Serrat (dentro de su álbum Miguel Hernández).

Elegía a Ramón Sijé
(En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, a quien tanto quería)

El Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano. 

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,

un hachazo invisible y homicida,

un empujón brutal te ha derribado.


No hay extensión más grande que mi herida,

lloro mi desventura y sus conjuntos

y siento más tu muerte que mi vida.


Ando sobre rastrojos de difuntos,

y sin calor de nadie y sin consuelo

voy de mi corazón a mis asuntos.


Temprano levantó la muerte el vuelo,

temprano madrugó la madrugada,

temprano estás rodando por el suelo.


No perdono a la muerte enamorada,

no perdono a la vida desatenta,

no perdono a la tierra ni a la nada.


En mis manos levanto una tormenta

de piedras, rayos y hachas estridentes

sedienta de catástrofes y hambrienta. 


Quiero escarbar la tierra con los dientes,

quiero apartar la tierra parte a parte

a dentelladas secas y calientes.


Quiero minar la tierra hasta encontrarte

y besarte la noble calavera

y desamordazarte y regresarte.


Volverás a mi huerto y a mi higuera:

por los altos andamios de las flores

pajareará tu alma colmenera


de angelicales ceras y labores.

Volverás al arrullo de las rejas

de los enamorados labradores.


Alegrarás la sombra de mis cejas,

y tu sangre se irá a cada lado

disputando tu novia y las abejas.


Tu corazón, ya terciopelo ajado,

llama a un campo de almendras espumosas

mi avariciosa voz de enamorado.


A las aladas almas de las rosas

del almendro de nata te requiero,

que tenemos que hablar de muchas cosas,

compañero del alma, compañero.

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