Esto no impide que yo tenga una terrible necesidad
de -¿debo decir la palabra?- religión. Pues salgo
fuera de noche y pinto las estrellas.
Vincent van Gogh en una carta a su hermano Theo
El pueblo no existe
salvo allí donde un árbol de cabellos negros
se desliza como una mujer ahogada hacia el cielo caliente.
El pueblo es silencioso. La noche noche hierve en once estrellas.
¡Oh noche, noche estrellada! Es así
como quiero morir.
Se mueven. Todas están vivas,
incluso la textura de la luna, con sus hierros naranja,
para atraer a los niños, como un dios, desde su ojo.
La antigua serpiente invisible se traga las estrellas.
¡Oh noche, noche estrellada! es así
como quiero morir:
dentro de esa imparable bestia de la noche.
Absorbida por el gran dragón,
para desprenderme de mi vida, sin banderas,
sin vientre,
sin llanto.
Versión: Isaías Garde
Van Gogh es el artista “maldito” por antonomasia. Su vida ha sido novelada varias veces y también ha sido llevada al cine y la televisión. El atractivo de Van Gogh como personaje literario radica en su desequilibrio mental, explotado hasta el morbo, y la indudable popularidad de sus pinturas. Pero para conocer al auténtico Van Gogh, hay dos caminos que se deben tomar en paralelo: la trayectoria de su propia obra y las cartas que le escribió a su hermano Theo, que en total suman unas 600.
La correlación entre las cartas y su trabajo artístico nos revela su propia subjetividad, sus aspiraciones, sus frustraciones, su constante búsqueda de respuestas en relación a las preguntas que solo él mismo se podía formular. Van Gogh se nos revela entonces como un individuo intenso, de carácter fuerte, sumamente introvertido, solitario y sobre todo inconforme.
La obra que aquí se presenta fue pintada por Van Gogh en 1889, alrededor de diez años después de iniciar su periplo artístico. Por esa época había dejado atrás su estancia tormentosa con Gauguin en Arlés y ante una nueva crisis nerviosa se internó en el hospital de Saint-Rémy en Provenza. Al parecer, es una vista del paisaje que Vincent podía contemplar desde la ventana del sanatorio. Sin embargo, Van Gogh no reprodujo el paisaje que veía desde su ventana de manera exacta, sino que más bien lo tomó como inspiración. Además, obvió un detalle que sin duda hubiese arruinado el cuadro: los barrotes que se interponían entre su habitación en el asilo y el mundo exterior. Así lo explicó a su hermano Theo en una de sus cartas, en 1889: «A través de la ventana abarrotada, puedo ver un campo de trigo encima del cual, por la mañana, puedo ver el sol salir en todo su esplendor».
Otra inexactitud del cuadro de Van Gogh reside en la inclusión de la provincia de Saint-Remy, el pequeño pueblecito que aparece al fondo en La noche estrellada. Los historiadores confirman que es imposible que Van Gogh llegará a ver la ciudad desde el asilo, y presumen que el artista se inspiró en su Holanda natal para pintar esta parte. Es una de sus obras más conocidas y también de las más admiradas. Muestra en primer término la figura de unos cipreses que enmarcan el paisaje de la ciudad y las montañas del fondo, todo cubierto por un espectacular cielo con luna en cuarto menguante y cuajado de brillantes estrellas.
El gran protagonista es el color azul, el cual era uno de los colores favoritos del artista, quizás su color preferido. La variedad cromática no es muy grande y la luna presenta el color complementario del azul: el naranja, por lo cual la vibración es intensa. Los amarillos, grises y blancos están aplicados a manera de contraste o diafonía del propio azul, que domina todo el cuadro. Como composición, está dividida en dos partes: la inferior con la ciudad y las montañas que abarca aproximadamente un poco más de un tercio del total del cuadro y la superior con el cielo estrellado, que abarca los dos tercios restantes. Ambas zonas están ligadas por los cipreses en el primer plano, cuya gama cromática oscila entre un verde azulado, pasando por el pardo y unos ligerísimos toques de color casi blanco.
Algunas teorías aseguran que La noche estrellada tiene cierta simbología relacionada con la muerte. De hecho, los árboles que aparecen en el cuadro son cipreses, asociados a los cementerios y a la muerte. Un comentario de Van Gogh sobre la pintura así lo confirma:
“Mirar a las estrellas siempre me pone a soñar. ¿Por qué, me pregunto, no deberían los puntos brillantes del cielo ser tan accesibles como los puntos negros del mapa de Francia? Así como tomamos el tren para llegar a Tarascon o Rouen, tomamos la muerte para llegar a una estrella».
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