sábado, 2 de mayo de 2020

Irene Sánchez Carrón / Después del baño, mujer secándose


Se consumen de fiebre mis pinceles 
dando forma a tu roja cabellera,
y tu nuca desnuda hecha de cera
no aciertan a mirar mis ojos fieles.

Resbalo por tu espalda y por tus hombros 
que no envuelve la túnica de sueño
y en tus curvas despéñase mi empeño
de levantar belleza con escombros.

Te miro desde cerca y tú te escapas 
cual diosa retirándose a su templo 
ajena a la mirada que en ti atrapas.

Me angustia no poder entrar más dentro, 
y retirar la tela con que tapas
el misterio del cuerpo que contemplo.


Uno de los denominadores comunes de la obra de Edgar Degas, independientemente del tema representado, es el carácter voyerista de sus creaciones. Un buen ejemplo es esta obra que lleva el explícito título de Mujer secándose después del baño.

El tema de mujeres bañándose o en los momentos anteriores y posteriores fue objeto de atención de Degas en incontables ocasiones. Habitualmente mostrándolas desde encuadres muy curiosos, casi siempre desde puntos de vista elevados, como si mirara lo más íntimo por medio de un agujero y luego lo trasladara al cuadro. Así hay que entender esta Mujer secándose después del baño. A ello también ayuda la técnica y los materiales elegidos para llevar a cabo la obra, ya que se trata de un papel con soporte de cartón pintado con pinturas pastel. Es decir, lo más inmediato posible, como si tomara una foto de forma clandestina.

La similitud con la fotografía no es casual. De hecho, Degas estaba fascinado por este nuevo arte emergente en la época, ya que estamos hablando de finales del siglo XIX, porque este cuadro lo realizó entre 1890 y 1895. En concreto seguía mucho el trabajo de un pionero de la fotografía, Eadweard Muybrigde, autor que casualmente fue muy influyente en la obra de otro pintor posterior como Marcel Duchamp, que se inspiró en él para crear lienzos como Desnudo bajando una escalera.

El artista aquí nos presenta a la mujer como sorprendida en el momento de secarse el pelo, como si el pintor hubiera pasado por ahí, y le hubiera hecho una foto. El espíritu es el mismo, pero la diferencia es que es una pintura, y aún así posee un aire de espontaneidad único. Esa espontaneidad es la magia de Degas, porque realmente creaciones como ésta le llevaban mucho tiempo de trabajo. Para ello sirva saber que comenzaba este tipo de obras en una sola hoja de papel, pero le era imposible reducir la escena a ese tamaño y tenía que ir añadiendo más hojas conforme pintada, en este caso hasta alcanzar un tamaño aproximadamente un metro cuadrado (104 x 98 cm).


Él mismo negaba que sus creaciones fuera espontáneas, y las definía como frutos de un trabajo de reflexión y estudio de los grandes maestros. Decía que él no sabía nada de inspiración, sino de trabajo.

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