Makemake estaba solo; esto no era bueno. Tomó una calabaza con agua y observo su reflejo sobre este espejo cristalino. La sombra de Makemake entró en el cuenco de agua. Makemake vio como la sombra de su rostro se fundía con el agua. Makemake habló y saludó a su propio reflejo: “¡Salve, joven!, qué hermosos rasgos posees, eres, tan parecido a mí”.
En ese momento un pájaro se posó de golpe y batiendo ágilmente sus alas, sobre el hombro derecho de Makemake. Este se asustó, al ver a este ser alado con pico y tupido plumaje. Unió entonces Makemake su sombra a la del majestuoso pájaro dando vida así a su primogénito.
Después de un tiempo pensó Makemake en crear al hombre que fuera igual a él, que tuviera corazón y voz para conversar.
Makemake fecundó piedras esparciendo su semen sobre ellas, pero no hubo resultado, las saladas aguas del reflujo marino difuminaron su esperma sobre la extensión de un terreno infértil, improductivo y agreste.1
Fecundó luego el agua: de su semen desparramado sobre ella, brotaron solo pececillos, miles de pececillos paroko que habitan en los pocitos de la costa. 2
Finalmente fecundó Makemake la fertil tierra arcillosa y de ella nació el hombre. Y Makemake contemplo su creación por días y días.
Después vio Makemake que aún no estaba conforme pues observaba la tristeza de su creación debido a su soledad. Hizo dormir al hombre. Cuando estuvo sumido en el sueño profundo, Makemake fecundó sus costillas del lado izquierdo. Dando nacimiento a la mujer.
Makemake dijo entonces: Vivina, vivina, hakapiro e ahu ê!. 3
1. La explicación más acertada de los términos que se refieren a la creación del hombre parece ser la siguiente: Makemake vertió su semen primero entre piedras de la costa, después sobre el agua de mar. Por encima de las piedras corrieron las aguas de la marea en su receso (ihoiho); por consiguiente, en toda extensión (mea) de ese lugar improductivo (kiko) no pudo haber resultado. Del semen que esparció en el agua quedaron solamente como residuos (ava) estériles, los diminutos pececillos, llamados paroko, que abundan en los pocitos de la costa.
2. Este relato de la obra creadora del dios Makemake es evidentemente producto de la imaginación muy propia de una raza de aborígenes náuticos cuya mentalidad estaba inseparablemente ligada al mar.
3. La palabra vivina es desconocida hoy día; toda la frase parece referirse a la muerte y descomposición (hakapiro, ahu) del cuerpo humano.
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