sábado, 18 de julio de 2020

Teilhard de Chardin / Himno a la materia


Bendita seas tú, áspera Materia, gleba estéril, dura roca, tú que no cedes más que a la violencia y nos obligas a trabajar si queremos comer.

Bendita seas, peligrosa Materia, mar violenta, indomable pasión, tú que nos devoras si no te encadenamos. Bendita seas, poderosa Materia, evolución irresistible, realidad siempre naciente, tú que haces estallar en cada

momento nuestros esquemas y nos obligas a buscar cada vez más lejos la verdad.

Bendita seas, universal Materia, duración sin límites, éter sin orillas, triple abismo de las estrellas, de los átomos y de las generaciones, tú que desbordas y disuelves nuestras estrechas medidas y nos revelas las

dimensiones de Dios.

Bendita seas, Materia mortal, tú que, disociándote un día en nosotros, nos introducirás, por fuerza, en el corazón

mismo de lo que es.

Sin ti, Materia, sin tus ataques, sin tus arranques, viviríamos inertes, estancados, pueriles, ignorantes de nosotros

mismo y de Dios. Tú que castigas y que curas, tú que resistes y que cedes, tú que trastruecas y que construyes, tú que encadenas y que liberas, savia de nuestras almas, mano de Dios, carne de Cristo, Materia, yo te bendigo.

Yo te bendigo, Materia, y te saludo, no como te describen, reducida o desfigurada, los pontífices de la ciencia y los predicadores de la virtud, un amasijo, dicen de fuerzas brutales o de bajos apetitos, sino como te me apareces hoy, en tu totalidad y tu verdad.

Te saludo, inagotable capacidad de ser y de transformación en donde germina y crece la sustancia elegida.

Te saludo, potencia universal de acercamiento y de unión mediante la cual se entrelaza la muchedumbre de las

mónadas y en la que todas convergen en el camino del Espíritu.

Te saludo, fuente armoniosa de las almas, cristal límpido de donde ha surgido la nueva Jerusalén.

Te saludo, medio divino, cargado de poder creador, océano agitado por el Espíritu, arcilla amasada y animada

por el Verbo encarnado.

Creyendo obedecer a tu irresistible llamada, los hombres se precipitan con frecuencia por amor hacia ti en el

abismo exterior de los goces egoístas.

Les engaña un reflejo o un eco.

Lo veo ahora.

Para llegar hasta ti, Materia, es necesario que, partiendo de un contacto universal con todo lo que se mueve aquí

abajo, sintamos poco a poco cómo se desvanecen entre nuestras manos las formas particulares de todo lo que cae a nuestro alcance, hasta que nos encontremos frente a la única esencia de todas las consistencias y de todas las uniones.

Si queremos conservarte, hemos de sublimarte en el dolor después de haberte estrechado voluptuosamente entre nuestros brazos.

Tú, Materia, reinas en las serenas alturas en las que los santos se imaginan haberte dejado a un lado; carne tan transparente y tan móvil que ya no te distinguimos de un espíritu.

¡Arrebátanos, oh, Materia, allá arriba, mediante el esfuerzo, la separación y la muerte; arrebátame allí en donde al fin sea posible abrazar castamente al Universo.

Abajo, en el desierto, que ha vuelto a conocer la calma, alguien lloraba: “¡Padre mío, Padre mío! ¡Un viento alocado se lo ha llevado!”

Y en el suelo yacía un manto.


Teilhard de Chardin


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