domingo, 28 de junio de 2020

Walt Whitman / Canto a mi mismo (fragmentos)


I

Me celebro y me canto a mí mismo.

Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti, porque lo que yo tengo lo tienes tú y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también.

Vago…… e invito a vagar a mi alma.

Vago y me tumbo a mi antojo sobre la tierra par ver cómo crece la hierba del estío.

Mi lengua y cada molécula de mi sangre nacieron aquí, de esta tierra y de estos vientos.

Me engendraron padres que nacieron aquí, de padres que engendraron otros padres que nacieron aquí, de padres hijos de esta tierra y de estos vientos también.

Tengo treinta y siete años. Mi salud es perfecta.

Y con mi aliento puro comienzo a cantar hoy y no terminaré mi canto hasta que me muera.

Que se callen ahora las escuelas y los credos.

Atrás. A su sitio.

Se cuál es mi misión y no lo olvidaré; que nadie lo olvide.

Pero ahora yo ofrezco mi pecho lo mismo al bien que al mal, dejo hablar a todos sin restricción, y abro de par en par las puertas a la energía original de la naturaleza desenfrenada.

II

Las casas y los aposentos están cargados de perfumes, los estantes y los armarios están cargados de perfumes. Aspiro y me complazco en su fragancia, siento su influjo enervador, pero me rebelo……… Me rebelo y me escapo.

La atmósfera no es un perfume.

No tiene el gusto de las esencias; es inodora, está hecha para mi boca y yo lo absorbo y la adoro como a una novia.

Iré a los repechos donde comienzan los bosques y me desnudaré para gozar enloquecido su contacto.

Me gusta ver el vaho de mi aliento, las ondas del río, los hilos de seda que se cruzan entre los árboles, las horquillas donde descansa la vid.

Me gusta oír los ecos, los zumbidos,
los murmurios de la selva.

Me gusta sentir el empuje amoroso de las raíces al través de la tierra, el latido de mi corazón, la sangre que inunda mis pulmones, el aire puro que los orea en inspiraciones y espiraciones amplias.

Me gusta olfatear las hojas verdes y las hojas secas, las rocas negruzcas de la playa y el heno que se apila en los pajares.

Me gusta oír el escándalo de mi voz, forjando palabras que se pierden en los remolinos del viento. Me gusta besar, abrazar y alcanzar el corazón de todos los hombres con mis brazos.

Me gusta ver entre los árboles el juego de luces y de sobras cuando la brisa agita las ramas.

Me gusta sentirme solo entre las multitudes de la ciudad, en las estepas y en los flancos de la colina.

Me gusta sentirme fuerte y sano bajo la luna llena y levantarme cantando alegremente a saludar al sol.

¿Qué creíais?

¿Qué me conformaría con mil hectáreas de tierra nada más?

¿Pensasteis que toda la tierra sería demasiado para mí?

¿Para qué habéis aprendido a leer si no sabeís ya interpretar mis poemas?

Quédate hoy conmigo, vive conmigo un día y una noche y te mostraré el origen de todos los poemas.

Tendrás entonces todo cuanto hay de grande en la Tierra y en el Sol (existen además millones de soles más allá) y nada tomarás ya nunca de segunda ni de tercera mano, ni mirarás más por los ojos de los muertos, ni te nutrirás con el espectro de los libros.

Tampoco contemplarás el mundo con mis ojos ni tomarás las cosas de mis manos.

Aprenderás a escuchar en todas direcciones y dejarás que la esencia del Universo se filtre por tu ser.

VI

¿Qué es esto?, me dijo un niño mostrándome un puñado de hierba.

¿Qué podía yo responderle?

Yo no sé lo que es la hierba tampoco.

Tal vez es la bandera de mi amor, tejida con la sustancia verde de la esperanza. Tal vez es el pañuelo de Dios, un regalo perfumado que alguien ha dejado caer con alguna intención amorosa. Acaso en alguno de sus picos ¡mirad bien! hay un nombre, una inicial por donde conozcamos a su dueño.

Pienso también que la hierba es un niño, el recién nacido del mundo vegetal.

¿O es un jeroglífico uniforme cuyo significado es nacer en todas partes:

en las zonas pequeñas y en las grandes, entre los negros y los blancos, para darse a todos y para recibir a todos?

¡Oh, hierba rizada, yo te trataré con cariño!

Ahora me pareces la hermosa cabellera sin cortar del cementerio.

Tal vez eres el vello que nace en el pecho de los adolescentes muertos, a quienes yo hubiese amado, las barbas de los ancianos, la pelusilla de los niños arrebatados prematuramente al regazo de las madres……

¡Me pareces el regazo de todas las madres del mundo!

Sin embargo, esta hierba es muy oscura para ser la cabellera blanca de las madres cansadas, es más oscura que la barba incolora de los viejos, demasiado oscura para surgir de la roja y tierna bóveda de los paladares.

Pero oigo tantas lenguas que gritan, tantas lenguas que no se articulan en la boca, tantas voces que no salen de los labios.

¡Qué son estas voces!

¡Cuál es su designio!

Quisiera poder traducir lo que dicen de los jóvenes que se fueron para siempre en la mañana, de los viejos y de las madres que partieron en la tarde, y de los niños a quienes la muerte arrebató en la aurora.

Dime:

¿Qué piensas tú que ha sido de los viejos y de los jóvenes, de las madres y de los niños que se fueron?

En alguna parte están vivos esperándonos.

La hojita más pequeña de hierba nos enseña que la muerte no existe; que si alguna vez existió, fue sólo para producir la vida; que no está esperando ahora, al final del camino, para detener nuestra marcha; que cesó en el instante de aparecer la vida.

Todo va hacia delante y hacia arriba.

Nada perece.

Y el morir es una cosa distinta de lo que algunos suponen. ¡Y mucho más agradable!

XVIII

Con estrépito de música vengo, con cornetas y tambores.

Mis marchas no suenan sólo para los victoriosos, sino para los derrotados y los muertos también.

Todos dicen: es glorioso ganar una batalla.

Pues yo digo que es tan glorioso perderla.

¡Las batallas se pierden con el mismo espíritu que se ganan!

¡Hurra por los muertos!

Dejadme soplar en las trompas, recio y alebre, por ellos.

¡Hurra por los que cayeron, por los barcos que se hundieron en el mar, y por los que perecieron ahogados!

¡Hurra por los generales que perdieron el combate y por todos los héroes vencidos! Los infinitos desconocidos valen tanto como los héroes más grandes de la Historia.

XX

¡Quién va allí!

Grosero, hambriento, místico, desnudo…… ¿quién es aquél? ¿No es extraño que yo saque mis fuerzas de la carne del buey? Pero ¿qué es un hombre en realidad?

¿Qué soy yo?

¿Qué eres tú?

Cuanto yo señale como mío, debes tú señalarlo como tuyo, porque si no pierdes el tiempo escuchando mis palabras Cuando el tiempo pasa vacío y la tierra no es más que cieno y podredumbre, no me puedo parar a llorar.

Los gemidos y las plegarias adobadas con polvos para los inválidos; y la conformidad, para los parientes lejanos.

Yo no me someto.

Dentro y fuera de mi casa me pongo el sombrero como me da la gana.
¿Por qué he de rezar?

¿Por qué he de inclinarme y suplicar?

Después de escudriñar en los estrados, después de consultar a los sabios, de analizar y precisar y de calcular atentamente, he visto que lo mejor de mi ser está agarrado a mis huesos.

Soy fuerte y sano.

Por mí fluyen sin cesar todas las cosas del universo.

Todo se ha escrito para mí y yo tengo que descifrar el significado oculto de las escrituras.

Soy inmortal.

Sé que la órbita que describo no puede medirse con el compás de un carpintero, y que no desapareceré como el círculo de fuego que traza un niño en la noche con un carbón encendido.

Soy sagrado.

Y no torturo mi espíritu ni para defenderme ni para que me comprendan.

Las leyes elementales no piden perdón.

(Y, después de todo, no soy más orgulloso que los cimientos sobre los cuales se levanta mi casa).

Así como soy existo. ¡Miradme!

Esto es bastante.

Si nadie me ve, no me importa,
y si todos me ven, no me importa tampoco.

Un mundo me ve, el más grande de todos los mundos: Yo.

Si llego a mi destino ahora mismo,
lo aceptaré con alegría,
y si no llego hasta que transcurran diez millones de siglos, esperaré…… esperaré alegremente también.
Mi pie está empotrado y enraizado sobre granito
y me río de lo que tú llamas disolución porque conozco la amplitud del tiempo.

XXI

Soy el poeta del cuerpo
y el poeta del alma.
Los placeres del cielo son míos
y los tormentos del infierno también.
Los placeres, los injerto y los prolongo en mí mismo y los tormentos, los traduzco a una lengua nueva.

Soy el poeta de la mujer
y el poeta del hombre.
Y digo que es tan grande ser hombre
como ser mujer.
Y que nada es tan grande como ser la madre de los hombres.

Canto la canción del crecimiento y del orgullo. (Ya nos hemos arrastrado y escondido bastante.)
Y afirmo que el tamaño no es más que desarrollo.
¿Has sobrepasado a todo?
¿Eres tú el Presidente?
Pues eso no es nada……. una bagatela. Cualquiera puede ser Presidente, y todos llegarán más allá.

Yo soy el que camina por la noche que empieza y que se agrada,
y grito al mar y a la tierra perdidos en la noche como yo.
Noche, apriétame contra tu pecho desnudo, apriétame contra tu pecho desnudo, noche nutricia y magnética.
Noche de vientos australes,
noche de grandes astros solitarios,
noche callada que me guiñas,
noche loca y desnuda que me buscas.

Tierra, sonríe:
sonríe con tu aliente fresco. Tierra voluptuosa de bosques adormilados y vaporosos,
Tierra de crepúsculos muertos.
Tierra de crestas hundidas en la niebla,
Tierra de bañada con la leche azulenca de la luna llena,
Tierra de luces y de sombras que jaspean la corriente del río,
Tierra de nubes límpidas y grises que mi amor abrillante y enciende,
Tierra de profundos barroncos y llena de flores de manzano…..
Sonríe, sonríe porque tu amada llega.
Amor me diste generosa
y amor te devuelvo…..
amor indescriptible y apasionado.

XXIV

Yo son Walt Witman……
Un cosmos. ¡Miradme!
El hijo de Manhattan
Turbulento, fuerte y sensual;
como, bebo y engendro…..
no soy sentimental.
Ni por encima ni separado de nadie,
ni orgulloso ni humilde.

Desclavad las cerraduras de las puertas.
Sacad las puertas mismas de sus goznes.
Quien humilla a otro
me humilla a mí.
Y todo lo que se dice y lo que se hace repercute en mí.
De mí surge la inspiración:
y lo corriente y lo vulgar.

Yo digo la palabra mágica y primera y doy el santo y seña de la democracia.
Y digo que no aceptaré nada que no tenga una réplica inmediata y numerosa.
De mi garganta salen voces largo tiempo calladas,
voces de largas generaciones de prisioneros y de esclavos,
voces de ciclos de preparación y crecimiento, voces de desesperados y de enfermos,
voces de ladrones y de enanos,
voces de cuerdas que conectan las estrellas, voces de matrices y de gérmenes paternos…..
Voces de odio:
la voz del deformado,
del trivial,
del estúpido,
del loco,
del resentido;
la voz de la niebla en el aire,
la voz de los escarabajos que ruedan su bola de estiércol……
De mi garganta salen voces olvidadas;
voces de sexo y de lujuria,
voces veladas que yo desgarro,
voces indecentes que yo clarifico y transfiguro……

Yo no me tapo la boca
ni pongo el índice sobre los labios.
Me estremezco ante el vientre lo mismo que ante el corazón y la cabeza.

La cópula tiene el mismo rango que la muerte.
Creo en la carne y en los apetitos.
La vista,
el oído,
el tacto…
son milagros.

Y cada partícula,
cada apéndice mío
es un milagro.
Soy divino por dentro y por fuera
y santifico todo lo que toco
y todo lo que me toca:
el olor de mis axilas es tan fino como el de una plegaria;
y esta cabeza mía
vale más que las iglesias,
las biblias
y los credos.

Cuando adoro una cosa más que otra, adoro tan sólo la extensión de mi cuero o de una parte de mi cuerpo.
Tú no eres más que la réplica deslumbrante de mí mismo.
Surcos y tierra húmeda, eso eres tú;
la reja firme y masculina del arado,
todo cuanto en mí se cultiva y se labra;
eres mi sangre fecunda
y tus corrientes pálidas de leche, las ordeñas en mi vida;
eres el pecho que se aprieta a otro pecho
y en mi cerebro están tus circunvoluciones ocultas;
raíces lavadas del cáñamo,
tímida alondra,
nido oculto de huevos duplicados….. eso eres tú;
heno mezclado y tundido de la cabeza, de las barbas y de la carne dura….. eso eres tú;
jugo fermentado de manzanas,
fibras de trigo viril,
sol generoso……. eso eres tú;
vapores que iluminan
y apagan mi rostro……. eso eres tú;
arroyos de sudor y de rocío….. eso eres tú; viento que acaricia mi carne con el cosquilleo de los genitales en celo,
amplios campos vigorosos,
ramas de roble vivo,
amante compañero en mi vagar sin rumbo….. eso eres tú;
manos que yo he apretado,
rostro que yo he besado,
hermana criatura a quien mis brazos estrechan sin cesar…… ¡eso eres tú!

Me asombro de mí mismo.
Chocheo ante mi ser.
¡Hay en él tantas cosas admirables!
Cada momento de mi vida
y cuanto sucede en mí
me estremece de júbilo.
¿Por qué se doblan mis tobillos
y cuál es la causa de mis más insignificantes deseos?
¿Por qué irradio amistad….
y por qué la recibo?

Cuando subo las escaleras de mi casa me detengo y digo de pronto: pero ¿es esto cierto?
La enredadera que trepa por mi ventana me satisface más que toda la metafísica de los libros.

¡Oh, maravilla del alba!Una tenue luz allá lejos deslíe las sombras diáfanas e inmensas.
El aire es un manjar para mi lengua.

Del mundo movible
saltan en silencio,
brincan inocentes,
rezuman frescas
masas que cruzan oblicuas
hacia arriba y hacia abajo.

Algo que no puedo ver eriza púas libidinosas,
y mares de jugos resplandecientes
inundan la bóveda celeste.
La tierra y el cielo se juntan.
Y de esta diaria conjunción llega por el oriente un reto que se posa un instante sobre mi cabeza para decirme agresivo y burlón:
¿Serás tú el amo de todo esto?


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