domingo, 28 de junio de 2020

Fernando Pessoa / Llueve en silencio, que esta lluvia...


Llueve en silencio, que esta lluvia es muda
y no hace ruido sino con sosiego.
El cielo duerme. Cuando el alma es viuda
de algo que ignora, el sentimiento es ciego.
Llueve. De mí (de este que soy) reniego…
Tan dulce es esta lluvia de escuchar
(no parece de nubes) que parece
que no es lluvia, mas sólo un susurrar
que a sí mismo se olvida cuando crece.
Llueve. Nada apetece…
No pasa el viento, cielo no hay que sienta.
Llueve lejana e indistintamente,
como una cosa cierta que nos mienta,
como un deseo grande que nos miente.
Llueve. Nada en mí siente…

Jacques Prévert / El desayuno


Echó el café
En la taza
Echó leche
En la taza de café
Echó azúcar
En el café con leche
Con la cucharilla
Lo removió
Bebió el café con leche
Dejó la taza
Sin hablarme
Encendió
Un cigarrillo
Hizo aros
Con el humo
Echó la ceniza
En el cenicero
Sin hablarme
Sin mirarme
Se levantó
Se puso
El sombrero
Se puso
La capa de lluvia
Porque llovía
Y se fue
Bajo la lluvia
Sin una palabra
Sin mirarme
Y yo tomé
Mi rostro entre las manos
Y lloré

Wislawa Szymborska / El arca


Empieza una lluvia prolongada.
¡Al arca!, porque ¿dónde, si no, se van a meter?:
poemas para una sola voz,
éxtasis privados,
innecesarios talentos,
curiosidad superflua,
tristezas y temores de corto alcance,
ganas de ver las cosas desde seis lados.
Los ríos crecen y se desbordan.
¡Al arca!: claroscuros y semitonos,
caprichos, ornamentos y detalles,
excepciones tontas,
signos olvidados,
innumerables variedades del gris,
juego para el juego,
y lágrimas de la sonrisa.
Hasta donde alcanza la vista, todo es agua y un horizonte borroso.
¡Al arca!: proyectos para un futuro lejano,
alegría de las diferencias,
admiración de los mejores,
elección no reducida a uno de los dos,
anticuados escrúpulos,
tiempo para pensarlo
y fe en que todo esto
pueda un día aún ser útil.
En consideración a los niños
que seguimos siendo,
los cuentos de hadas terminan bien.
Aquí tampoco puede haber ningún otro final.
Cesará la lluvia,
bajarán las olas,
sobre el despejado cielo
se descorrerán las nubes
y serán de nuevo
como deben ser las nubes sobre todo el mundo:
elevadas y frívolas,
semejantes
a felices islas,
borreguitos,
coliflores,
y pañales
secándose al sol.

José Manuel Arango / Apalabrar


Pero al niño ciego le dicen ésta es la lluvia
y él la acepta en el dorso de la mano
y le dicen éste es el azulejo
y él pasa suavemente las yemas por el cuello
corvo
Lluvia, azulejo: nombres
para las perplejidades del niño
ciego

Vicente Aleixandre / La lluvia


En esta tarde llueve, y llueve pura
tu imagen. En mi recuerdo el día se abre. Entraste.
No oigo. La memoria me da tu imagen sólo.
Sólo tu beso o lluvia cae en recuerdo.
Llueve tu voz, y llueve el beso triste,
el beso hondo,
beso mojado en lluvia. El labio es húmedo.
Húmedo de recuerdo el beso llora
desde unos cielos grises
delicados.
Llueve tu amor mojando mi memoria
y cae y cae. El beso
al hondo cae. Y gris aún cae
la lluvia.

Walt Whitman / To a stranger



Walt Whitman - To a stranger


Walt Whitman (West Hills, condado de Suffolk, Nueva York, 31 de mayo de 1819 -- Camden, Nueva Jersey, 26 de marzo de 1892), fue un poeta, ensayista, periodista y humanista estadounidense. Su trabajo se inscribe en la transición entre el trascendentalismo y el realismo filosófico, incorporando ambos movimientos a su obra. Whitman está entre los más influyentes escritores del canon estadounidense (del que ha sido considerado su centro) y ha sido llamado el padre del verso libre. Su trabajo fue muy controvertido en su tiempo, particularmente por su libro Hojas de hierba, descrito como obsceno por su abierta sexualidad. Mas allá de su gusto sexual, se abre a la condición poco común, de la increíble sensibilidad, por y para el hombre como semejante. Al ser humano y a lo que lo rodea. Kenneth Branagh, Director de Cine, inglés, redondea, este poema, con su voz, y su talento expresivo para recitarlo.

A un extraño - Walt Whitman - Voz Kenneth Branagh

Mauro Cesaretti y Deborah Boltri / Body Poetry


#iorestoacasa Questa volta la Body Poetry verte su una poesia di Walt Whitman, autore americano conoscuto per essere "l'inventore" del verso libero americano e per aver messo l'uomo al centro dell'universo e della percezione della vita distruggendo ogni forma di tecnicismo, scienza o spiritualismo. Un poeta progmatico che in questa poesia analizza il rapporto uomo-astronomia, sospendendo il giudizio di fronte alle stelle! Buona visione

#iorestoacasa Esta vez la Poesía Corporal se centra en un poema de Walt Whitman, un autor estadounidense conocido por ser ′′ el inventor ′′ del verso americano libre y por poner al hombre en el centro del universo y la percepción de la vida al destruir todas las formas de tecnicismo, ciencia o espiritualismo. Un poeta pragmático que en este poema analiza la relación hombre-astronomía, suspendiendo el juicio ante las estrellas! Buena visión

Walt Whitman / Yo canto al cuerpo eléctrico



1
Yo canto al cuerpo eléctrico,
Me abrazan los ejércitos de quienes amo y yo los abrazo,
No han de soltarme hasta que yo vaya con ellos, hasta que les responda,
Hasta que yo los purifique y los colme con la carga de mi alma.

¿No es sabido que quienes corrompen su cuerpo están ocultándose?
¿Y quienes profanan a los vivos son tan viles como quienes profanan a los muertos?
¿Y que el cuerpo no vale menos que el alma?
¿Y si el cuerpo no fuese alma, qué es el alma?

2
El alma del cuerpo de un hombre o del cuerpo de una mujer no admite explicación,
El cuerpo del hombre es perfecto, y es perfecto el cuerpo de la mujer.

La expresión de la cara no admite explicación,
Pero la expresión de un hombre cabal no sólo está en la cara,
Está en los miembros y en las coyunturas también, está, curiosamente, en las coyunturas de las caderas y de las muñecas,
Está en su andar, en el porte de su cuello, en la flexión del talle y de las rodillas; la ropa no la oculta;
Su fuerte y dulce identidad se abre paso a través del algodón y la lustrina,
Verlo pasar expresa tanto como el mejor poema, y acaso más,
Os detenéis para mirar su espalda y su nuca y sus hombros.

La negligencia y la redondez de los niños, los senos y las cabezas de las mujeres, los pliegues de sus vestidos, su andar al cruzarse en la calle con nosotros, el contorno de sus caderas,
El nadador desnudo en la pileta atravesando el transparente resplandor verde y tendido de espaldas y silenciosamente flotando sobre las agitadas aguas,
El rítmico balanceo de los remeros en los botes de remo, el jinete en su silla
Muchachas, madres, amas de llaves en todas sus tareas,
El grupo de trabajadores sentados al mediodía ante la comida y sus mujeres que les sirven,
La mujer que sosiega al niño, la hija del granjero en el huerto o en el establo,
el peón que está carpiendo el maizal, el conductor del trineo que guía entre la turba a sus seis caballos,
El forcejear de los que luchan, dos aprendices ya crecidos, animosos, afables, americanos, en el baldío al atardecer después del trabajo,
Los sacos y las gorras tiradas, el abrazo del amor y de la resistencia,
El abrazo de arriba y el de abajo, el pelo revuelto que les encegué los ojos;
La marcha de los bomberos uniformados, el juego de los músculos varoniles a través de los pantalones ceñidos y de los cintos,
El cansado regreso desde el incendio, la pausa cuando la campana vuelve a sonar y su llamado los detiene,
Las diversas actitudes, espontáneas, perfectas, la cabeza inclinada, los cuellos encorvados y el contar;
A ellos los quiero, me suelto, paso sin traba y estoy en el regazo de la madre con el pequeño,
Nado con los que nadan, lucho con los que luchan, marcho con los bomberos y me detengo, escucho, cuento.

3
Conocí a un hombre, un sencillo granjero padre de cinco hijos,
Y éstos los padres de otros, y éstos los padres de otros hijos.

Este hombre era de una fuerza maravillosa, sereno, hermoso,
La forma de su cabeza, el amarillo claro y la blancura y la blancura de su pelo y su barba, la insondable profundidad de sus ojos negros,la plenitud y la riqueza de sus modales;
Para ver esas cosas yo solía ir a visitarlo, era sabio también,
Tenía seis pies de estatura y ya había cumplido ochenta años; sus hijos fornidos, puros, barbados, de piel curtida, hermosos;
Ellos y sus hijas lo querían, todos quienes lo vieron lo querían,
No lo querían por costumbre, lo querían con amor personal,
No bebía más que agua, la roja sangre se traslucía en su piel morena,
Le gustaba cazar y pescar, dirigía él mismo su bote, era dueño de un fuerte bote que un armador le había regalado, tenía escopetas que hombres que lo querían le habían regalado;
Cuando salía con sus cinco hijos y con sus muchos nietos a cazar o a pescar, lo hubiera señalado como el más hermoso y el más fuerte de todos,
Habrías deseado quedarte con él mucho tiempo, habrías deseado estar en el bote para poder tocarlo.

4
Me he dado cuenta de que basta estar con los que uno quiere,
Me basta demorarme al atardecer con aquellos que quiero,
Me basta sentir cerca la hermosa carne, la carne que es curiosa, que respira y que ama.
¿Pasar entre la gente y tocar alguno, o rozar con el brazo el cuello de un hombre o de una mujer, no es esto mucho?
No pido otra alegría, nado en ella como en el mar.
Hay algo en estar cerca del hombre y de mujeres y de mirarlos, y en su contacto y en su olor, que es grato al alma,
Todas las cosas son gratas al alma, pero esta es la más grata.

5
Esta es la forma femenina

Exhala de pies a cabeza una divina aureola,
Atrae con irresistible atracción,
Me atrae su aliento como si yo no fuera otra cosa que un indefenso vaho, todo desparece salvo ese aliento y yo,
Los libros, el arte, la religión, el tiempo, la visible y sólida tierra, y lo que del cielo esperábamos y lo que del infierno temíamos, todo se ha consumido,
Mis frenéticos filamentos, indómitos, brotan de él, a reacción también es indómita,
El pelo, el pecho, las caderas, la curva de las piernas, las negligentes manos que sueltan, las mías que se sueltan,
La marea aguijoneada por el reflujo, el reflujo por la marea, carne de amor henchida y deliciosamente doliendo,
Límpidos, ilimitados chorros de amor, calientes y enormes, trémula jalea de amor, zumo espumoso y delirante,
Noche nupcial de amor que se abre camino con delicadeza y demora en el alba yacente,
Penetrando en el día dócil que cede,
Perdida en el abrazo de la profunda y dulce carne del día.
Este es el núcleo – primero el niño nace de la mujer, el hombre nace de la mujer,
Este es el baño del sexo, ésta la fusión de lo grande y de lo pequeño, y otra vez la salida.

No sintáis vergüenza, mujeres, vuestro privilegio incluye a los otros y es el manantial de los otros,
Sois las puertas del cuerpo y también las puertas del alma.

La mujer encierra todas las cualidades y las afina,
Está en su lugar y avanza con equilibrio perfecto,
En todas las cosas debidamente veladas, es a la vez pasiva y activa,
Su destino es concebir hijas e hijos, y asimismo hijos e hijas.

Veo mi alma que se refleja en la Naturaleza,
Veo a través de una neblina a la Única, de inexpresable plenitud, cordura y belleza,
Veo la cabeza inclinada y los brazos cruzados sobre el pecho, veo a la Mujer.

6
El varón también es el alma, él también está en su lugar.
El también es todas las cualidades, es acción y poder,
La plenitud del hombre visible está en él,
El desdén le sienta, el deseo y el desafío le sientan,
Las pasiones más impetuosas y más vastas, el ápice del gozo, el mayor pesar le conviene, para él se ha hecho el orgullo.
El infinito orgullo del hombre sosiega el alma y la enaltece,
El conocimiento le sienta, siempre le agrada, todas las cosas las somete a su propia prueba,
Sea lo que fuere el examen, sean lo que fueren el mar y la nave, sólo arrojará la sonda en sí mismo. (¿Dónde, sino en sí mismo, podrá arrojar la sonda?)

Sagrado es el cuerpo del hombre y sagrado es el cuerpo de la mujer,
No importa de quién sea, es sagrado -¿es el del peón más despreciable de la cuadrilla?
¿Es el de uno de los inmigrantes más torpes que acaban de desembarcar en el muelle?
Todos, aquí o allá, tienen su lugar, no menos que el más rico, no menos que tú,
Todos, hombre o mujer, tienen su lugar en la procesión.

(Todo es una procesión,
El Universo es una procesión de paso medido y perfecto.)

¿Tan grande es tu saber que puedes llamar ignorante al más bajo?
¿Te crees acaso con derecho a mirar un bello espectáculo, negado a él o a ella?
¿Piensas que la materia se ha congregado desde su vaga nube y que la tierra ocupa la superficie y que el agua corre y brotan las planteas,
Para ti sólo, y no para él o para ella?

7
Un cuerpo de hombre en el mercado,
(Porque antes de la guerra yo solía concurrir al mercado y mirar la venta),
Ayudo al rematador; el holgazán no sabe su oficio.

Caballeros, atención a esta maravilla,

Por más que pujen los compradores, no ofrecerán bastante,
Sin un animal ni una planta la tierra tardó quintillones de años en engendrarlo,
Para él giraron pacientes e incesantes los ciclos.

Dentro de esta cabeza, el inescrutable cerebro,
En él y abajo, la creación de los héroes.

Ved estos miembros, colorados, negros o blancos, sus tendones y nervios son intricados,
Los desnudarán para que estén bien a la vista.

Sentidos exquisitos, ojos que la vida ilumina, coraje, voluntad,
Láminas de los músculos del pecho, espinazo y cuello flexible, carne tensa, fuertes brazos y piernas,
Y dentro, aún más prodigios.

Adentro la sangre que corre,
¡La misma antigua sangre! ¡La misma sangre roja que corre!
Ahí se dilata y fluye un corazón, ahí están todas las pasiones, deseos, anhelos, aspiraciones.
(¿Crees que no están ahí porque no se expresan en salones o en las aulas?)

Este no es sólo un hombre, es el padre de otros, que serán padres a su vez,
En él está el origen de populosos estados y de ricas repúblicas,
En él, innumerables vidas inmortales, innumerables encarnaciones y dichas.

¿Cómo saber quiénes nacerán de su prole a través de los siglos?
(¿De quién supones que has nacido tú mismo si pudieras exhumar los siglos que fueron?)

8
Un cuerpo de mujer en el mercado,
Ella tampoco es sólo ella misma, es la fecunda madre de madres,
Es la que lleva a aquellos que crecerán y serán compañeros de las madres.

¿Amaste alguna vez el cuerpo de una mujer?
¿Amaste alguna vez el cuerpo de un hombre?
¿No ves que son los mismos para todos en todas las naciones y en todas las épocas de la tierra?

Si algo hay sagrado, el cuerpo humano lo es,
Y el esplendor y la dulzura de un hombre son el sello de su hombría sin mancha,
Y en el hombre o en la mujer, un cuerpo limpio, fuerte, de fibra firme, es más bello que la cara más bella.

¿Has visto al insensato que profanó su propio cuerpo vivo?
No se ocultan, no pueden ocultarse.

9
¡Oh, cuerpo mío!, no me atrevo a abandonar a tus semejantes en otros hombres y otras mujeres, ni a los semejantes de las partes que te componen;
Creo que tus semejantes perdurarán o morirán con los semejantes del alma (y que son el alma),
Creo que tus semejantes perdurarán o morirán con mis poemas, y que son mis poemas,
Poemas del hombre, de la mujer, del niño, del muchacho, de la esposa, del esposo, de la madre, del padre, del joven y de la joven,
Cabeza, cuello, pelo, orejas, lóbulo y tímpano de la oreja,
Ojos, pestañas, iris del ojo, cejas y la vigilia o sueño de los párpados,
Boca, lengua, labios, dientes, paladar, mandíbulas y articulaciones de las mandíbulas,
Nariz, aletas de la nariz y tabique,
Mejillas, sienes, frente, mentón, garganta, nuca, forma del cuello,
fuertes hombros, barba viril, omóplatos, espalda, y el ámbito del pecho,
Brazo, axila, junta del codo, antebrazo, músculos del brazo, huesos del brazo,
Muñeca y coyunturas de la muñeca, mano, palma, nudillos, pulgar, índice, articulaciones de los dedos, uñas,
Amplio pecho, rizado vello del pecho, esternón, costados,
Costillas, vientre, espinazo, vértebras,
Caderas, articulaciones de las caderas, fuerzas de las caderas, redondez cóncava y convexa, testículos, raíz del hombre,
Muslos, que son la firme base del tronco, Músculos de la pierna, rodilla, rótula, piernas,
Tobillos, empeine, planta del pie, dedos del pie, talón,
Todas las actitudes, todas las bellezas, todos los bienes de mi cuerpo o el tuyo,o del cuerpo de cualquier otro, varón o mujer,
Las celdillas de los pulmones, el estómago, las entrañas dulces y limpias,
El cerebro y sus pliegues dentro del cráneo,
Simpatías, válvulas del corazón, válvulas del paladar, sexo, maternidad,
Lo femenino y todo lo que pertenece a la mujer, y al hombre que nace de la mujer,
El seno, los pechos, los pezones, la leche del pezón, las lágrimas, la risa, el llanto, las miradas de amor, la amorosa inquietud, las erecciones,
La voz, la articulación, el lenguaje, el susurro, el grito,
El alimento, la bebida, el pulso, la digestión, el sudor, el sueño, caminar, nadar,
Porte de las caderas, saltar, recostarse, abrazarse, brazos que se curvan y aprietan,
El continuo movimiento de las comisuras de los labios y de los ojos,
La piel, la mejilla tostada, las pecas, el pelo,
La sensación curiosa de la mano al rozar la desnuda carne del cuerpo,
Los ríos incesantes del aliento, de la inspiración y la exhalación,
La belleza del talle y de las caderas, y más abajo, hasta las rodillas,
Las mínimas partículas rojas que llevo y que tú llevas, los huesos y la médula de los huesos,
La sensación deliciosa de la salud;
Afirmo que estas cosas no sólo son los poemas del cuerpo, sino también del alma,
Afirmo que son el alma.

En Hojas de hierba
Traducción: Jorge Luis Borges, 1972

En Leaves of Grass (1855, 1891-2), Walt Whitman celebró la democracia, la naturaleza, el amor y la amistad.
Esta monumental obra cantó tanto al cuerpo como al alma, y encontró belleza y tranquilidad incluso en la muerte.
Junto con Emily Dickinson, Whitman es considerado como uno de los poetas más importantes de los Estados Unidos del siglo XIX.

Jorge Luis Borges, traductor argentino de Walt Whitman, comentaba al respecto al respecto de su traducción: “El idioma de Whitman es un idioma contemporáneo; centenares de años pasarán antes de que sea una lengua muerta. Entonces podremos traducirlo y recrearlo con plena libertad, como Jáuregui lo hizo con la Farsalia, o Chapman, Pop y Lawrence con la Odisea. Mientras tanto, no entreveo otra posibilidad que la de una versión como la mía, que oscila entre la interpretación personal y el rigor resignado”.

Walt Whitman / ¡Adiós!



1
Para concluir, anuncio lo que vendrá después.
Recuerdo que dije antes de que brotaran mis hojas,
Que alcanzaría mi voz jocunda y fuerte para honrar las consumaciones.

Cuando América ejecute lo prometido,
Cuando recorran estos Estados cien millones de personas espléndidas,
Cuando los otros se abran para dar paso a los mejores y colaboren con ellos,
Cuando los hijos de las madres más perfectas sean el signo de América,
Entonces para mí y para los míos, nuestra fruición cabal.

Me he adelantado por derecho propio,
He cantado el cuerpo y el alma, la guerra y la paz, he cantado las canciones de la vida y la muerte,
Y las canciones del nacimiento, y he probado que hay muchos nacimientos.
He ofrecido mi estilo a cada cual, he viajado con paso firme;
En esta plenitud de mi alegría, yo susurro: ¡Hasta luego!
Y por última vez estrecho la mano de la muchacha y del muchacho.

2
Anuncio el advenimiento de personas elementales,
Anuncio a la justicia triunfante,
Anuncio intransigentes igualdades y libertades,
Anuncio la justificación de la sinceridad y la justificación del orgullo.

Anuncio que la unidad de estos Estados es una sola unidad,
Anuncio que la Unión será indisoluble y compacta,
Anuncio majestades y esplendores que harán palidecer a todas las políticas de la tierra.

Anuncio afinidades, declaro que serán firmes, ilimitadas,
Digo que encontrarás al amigo que buscas.

Anuncio que un hombre o una mujer vendrán; tal vez eres tú (|hasta luego!).
Anuncio al gran individuo, fluido como la Naturaleza, casto, afectuoso, compasivo, armado plenamente.
Anuncio una abundante vida, vehemente, espiritual, audaz,
Anuncio un fin que aceptará serena y alegremente su transición.
Anuncio miles de muchachos, hermosos, gigantescos, de dulce sangre,
Anuncio una raza de ancianos espléndidos y salvajes.

3
Ya se apresuran y se agolpan (¡hasta luego!),
Ya se amontonan sobre mí,
Preveo demasiado, es más de lo que yo esperaba,
Siento que estoy muriéndome.

Apresúrate, garganta, canta por última vez,
Salúdame, saluda una vez más a los días. Lanza el antiguo grito una vez más.

Doy eléctricos gritos, uso la atmósfera,
Miro al azar, absorbo cada cosa que veo,
Avanzo velozmente pero me detengo un instante,
Entrego extraños y secretos mensajes,
Dejo caer en el barro chispas ardientes y semillas etéreas,
Sin saberlo, fiel a un mandato, sin atreverme a discutirlo jamás,
Que los siglos de los siglos se encarguen de la germinación de las simientes,
Promulgo las anunciadas tareas a las tropas que vuelven de la guerra,
A las mujeres dejo como herencia ciertos secretos íntimos; su afecto hace que yo me entienda mejor,
Ofrezco mis problemas a los muchachos —no me demoro—, pongo a prueba la fuerza de su cerebro,
Así paso: durante un breve tiempo soy locuaz, visible, contradictorio.
Después un eco melodioso que recogerá con pasión (la muerte me hace verdaderamente inmortal),
Lo mejor de mí quedará cuando yo no sea visible; para ese fin me he preparado sin tregua.

¿Qué más hay que me demoro y me detengo y me agazapo con la boca abierta?
 ¿Hay acaso un adiós definitivo?

4
Mis cantos han cesado, los abandono,
Desde la mampara que me ocultó, me acerco a ti, sólo a ti.

Camarada, esto no es un libro,
El que lo toca, toca a un hombre,
 (¿Es de noche? ¿Estamos solos los dos?)
Me tienes a mí y yo te tengo, me sujetas y te sujeto,
Salto desde las páginas a tus brazos, la muerte me llama.

Oh, cómo me adormecen tus dedos,
Tu aliento me llega como un rocío, tu pulso arrulla el tímpano de mi oído,
Me inunda de pies a cabeza,
Es delicioso; basta.

Basta, oh acto imprevisto y secreto,
Basta, oh presente que me dejas, basta, oh tiempo rescatado.

5
Querido amigo, quienquiera que seas acepta este beso,
Especialmente te lo doy. No me olvides,
Me siento como aquel que ha terminado la tarea del día y se retira a descansar,
Vuelvo a recibir uno de mis innumerables tránsitos, asciendo de mis avatares; mas otros indudablemente me esperan, otros esperan por mí.
Una esfera desconocida y más real que la que soñé, más directa, arroja sobre mí dardos que me despiertan. ¡Hasta luego!
Recuerda mis palabras, tal vez yo vuelva,
Te amo, abandono lo material,
Soy como algo incorpóreo, triunfante, muerto.

Traducción de  Jorge Luis Borges.

Fernando Pessoa / Salutación a Walt Whitman (fragmento)


En tus versos, a cierta altura no sé si los leo o si los vivo,
no sé si mi lugar real está en el mundo o en tus versos,
no sé si estoy aquí, de pie sobre la tierra natural,
o de cabeza hacia abajo, colgado en una especie
de establecimiento,
en el techo natural de tu inspiración de tropel,
en el centro del techo de tu intensidad inaccesible.
¡Ábranme todas las puertas!
¡A fuerza que he de pasar!
¿Mi señal? ¡Walt Whitman!
¡Pero yo no ofrezco indicación alguna...
Paso sin explicaciones...
Si es necesario me introduzco entre las puertas...
Sí, yo, frágil y civilizado, me introduzco entre las puertas...
porque en este momento no soy frágil ni civilizado,
soy yo, un universo pensante de carne y hueso, queriendo
pasar,
que ha de pasar a fuerza, porque cuando quiero pasar
soy Dios!

Fernando Pessoa

Vincent Van Gogh / Carta a su hermana Guillaumette (fragmento)


La pasión de Walt Whitman por el mundo alcanzó también a influir en pintores deslumbrantes. Una de las cartas que Vincent van Gogh escribió a su hermana Guillaumette, entre septiembre y octubre de 1888, contiene este pasaje:

¿Has leído ya las poesías americanas de Whitman? Theo debe tenerlas y te recomiendo que las leas, primero, porque son realmente bellas y después porque actualmente los ingleses hablan mucho de ellas.  Él ve en el porvenir e incluso en el presente un mundo de salud, de un amor carnal libre y franco -de amistad-, de trabajo, con el gran firmamento estrellado; algo que al fin de cuentas sólo puede llamarse Dios y la eternidad puestos de nuevo en su lugar por encima de este mundo. Esto hace sonreír al principio, tal es su ingenuidad y pureza; pero por eso mismo nos induce a reflexionar.

Vincent Van Gogh

Walt Whitman / Canto a mi mismo (fragmentos)


I

Me celebro y me canto a mí mismo.

Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti, porque lo que yo tengo lo tienes tú y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también.

Vago…… e invito a vagar a mi alma.

Vago y me tumbo a mi antojo sobre la tierra par ver cómo crece la hierba del estío.

Mi lengua y cada molécula de mi sangre nacieron aquí, de esta tierra y de estos vientos.

Me engendraron padres que nacieron aquí, de padres que engendraron otros padres que nacieron aquí, de padres hijos de esta tierra y de estos vientos también.

Tengo treinta y siete años. Mi salud es perfecta.

Y con mi aliento puro comienzo a cantar hoy y no terminaré mi canto hasta que me muera.

Que se callen ahora las escuelas y los credos.

Atrás. A su sitio.

Se cuál es mi misión y no lo olvidaré; que nadie lo olvide.

Pero ahora yo ofrezco mi pecho lo mismo al bien que al mal, dejo hablar a todos sin restricción, y abro de par en par las puertas a la energía original de la naturaleza desenfrenada.

II

Las casas y los aposentos están cargados de perfumes, los estantes y los armarios están cargados de perfumes. Aspiro y me complazco en su fragancia, siento su influjo enervador, pero me rebelo……… Me rebelo y me escapo.

La atmósfera no es un perfume.

No tiene el gusto de las esencias; es inodora, está hecha para mi boca y yo lo absorbo y la adoro como a una novia.

Iré a los repechos donde comienzan los bosques y me desnudaré para gozar enloquecido su contacto.

Me gusta ver el vaho de mi aliento, las ondas del río, los hilos de seda que se cruzan entre los árboles, las horquillas donde descansa la vid.

Me gusta oír los ecos, los zumbidos,
los murmurios de la selva.

Me gusta sentir el empuje amoroso de las raíces al través de la tierra, el latido de mi corazón, la sangre que inunda mis pulmones, el aire puro que los orea en inspiraciones y espiraciones amplias.

Me gusta olfatear las hojas verdes y las hojas secas, las rocas negruzcas de la playa y el heno que se apila en los pajares.

Me gusta oír el escándalo de mi voz, forjando palabras que se pierden en los remolinos del viento. Me gusta besar, abrazar y alcanzar el corazón de todos los hombres con mis brazos.

Me gusta ver entre los árboles el juego de luces y de sobras cuando la brisa agita las ramas.

Me gusta sentirme solo entre las multitudes de la ciudad, en las estepas y en los flancos de la colina.

Me gusta sentirme fuerte y sano bajo la luna llena y levantarme cantando alegremente a saludar al sol.

¿Qué creíais?

¿Qué me conformaría con mil hectáreas de tierra nada más?

¿Pensasteis que toda la tierra sería demasiado para mí?

¿Para qué habéis aprendido a leer si no sabeís ya interpretar mis poemas?

Quédate hoy conmigo, vive conmigo un día y una noche y te mostraré el origen de todos los poemas.

Tendrás entonces todo cuanto hay de grande en la Tierra y en el Sol (existen además millones de soles más allá) y nada tomarás ya nunca de segunda ni de tercera mano, ni mirarás más por los ojos de los muertos, ni te nutrirás con el espectro de los libros.

Tampoco contemplarás el mundo con mis ojos ni tomarás las cosas de mis manos.

Aprenderás a escuchar en todas direcciones y dejarás que la esencia del Universo se filtre por tu ser.

VI

¿Qué es esto?, me dijo un niño mostrándome un puñado de hierba.

¿Qué podía yo responderle?

Yo no sé lo que es la hierba tampoco.

Tal vez es la bandera de mi amor, tejida con la sustancia verde de la esperanza. Tal vez es el pañuelo de Dios, un regalo perfumado que alguien ha dejado caer con alguna intención amorosa. Acaso en alguno de sus picos ¡mirad bien! hay un nombre, una inicial por donde conozcamos a su dueño.

Pienso también que la hierba es un niño, el recién nacido del mundo vegetal.

¿O es un jeroglífico uniforme cuyo significado es nacer en todas partes:

en las zonas pequeñas y en las grandes, entre los negros y los blancos, para darse a todos y para recibir a todos?

¡Oh, hierba rizada, yo te trataré con cariño!

Ahora me pareces la hermosa cabellera sin cortar del cementerio.

Tal vez eres el vello que nace en el pecho de los adolescentes muertos, a quienes yo hubiese amado, las barbas de los ancianos, la pelusilla de los niños arrebatados prematuramente al regazo de las madres……

¡Me pareces el regazo de todas las madres del mundo!

Sin embargo, esta hierba es muy oscura para ser la cabellera blanca de las madres cansadas, es más oscura que la barba incolora de los viejos, demasiado oscura para surgir de la roja y tierna bóveda de los paladares.

Pero oigo tantas lenguas que gritan, tantas lenguas que no se articulan en la boca, tantas voces que no salen de los labios.

¡Qué son estas voces!

¡Cuál es su designio!

Quisiera poder traducir lo que dicen de los jóvenes que se fueron para siempre en la mañana, de los viejos y de las madres que partieron en la tarde, y de los niños a quienes la muerte arrebató en la aurora.

Dime:

¿Qué piensas tú que ha sido de los viejos y de los jóvenes, de las madres y de los niños que se fueron?

En alguna parte están vivos esperándonos.

La hojita más pequeña de hierba nos enseña que la muerte no existe; que si alguna vez existió, fue sólo para producir la vida; que no está esperando ahora, al final del camino, para detener nuestra marcha; que cesó en el instante de aparecer la vida.

Todo va hacia delante y hacia arriba.

Nada perece.

Y el morir es una cosa distinta de lo que algunos suponen. ¡Y mucho más agradable!

XVIII

Con estrépito de música vengo, con cornetas y tambores.

Mis marchas no suenan sólo para los victoriosos, sino para los derrotados y los muertos también.

Todos dicen: es glorioso ganar una batalla.

Pues yo digo que es tan glorioso perderla.

¡Las batallas se pierden con el mismo espíritu que se ganan!

¡Hurra por los muertos!

Dejadme soplar en las trompas, recio y alebre, por ellos.

¡Hurra por los que cayeron, por los barcos que se hundieron en el mar, y por los que perecieron ahogados!

¡Hurra por los generales que perdieron el combate y por todos los héroes vencidos! Los infinitos desconocidos valen tanto como los héroes más grandes de la Historia.

XX

¡Quién va allí!

Grosero, hambriento, místico, desnudo…… ¿quién es aquél? ¿No es extraño que yo saque mis fuerzas de la carne del buey? Pero ¿qué es un hombre en realidad?

¿Qué soy yo?

¿Qué eres tú?

Cuanto yo señale como mío, debes tú señalarlo como tuyo, porque si no pierdes el tiempo escuchando mis palabras Cuando el tiempo pasa vacío y la tierra no es más que cieno y podredumbre, no me puedo parar a llorar.

Los gemidos y las plegarias adobadas con polvos para los inválidos; y la conformidad, para los parientes lejanos.

Yo no me someto.

Dentro y fuera de mi casa me pongo el sombrero como me da la gana.
¿Por qué he de rezar?

¿Por qué he de inclinarme y suplicar?

Después de escudriñar en los estrados, después de consultar a los sabios, de analizar y precisar y de calcular atentamente, he visto que lo mejor de mi ser está agarrado a mis huesos.

Soy fuerte y sano.

Por mí fluyen sin cesar todas las cosas del universo.

Todo se ha escrito para mí y yo tengo que descifrar el significado oculto de las escrituras.

Soy inmortal.

Sé que la órbita que describo no puede medirse con el compás de un carpintero, y que no desapareceré como el círculo de fuego que traza un niño en la noche con un carbón encendido.

Soy sagrado.

Y no torturo mi espíritu ni para defenderme ni para que me comprendan.

Las leyes elementales no piden perdón.

(Y, después de todo, no soy más orgulloso que los cimientos sobre los cuales se levanta mi casa).

Así como soy existo. ¡Miradme!

Esto es bastante.

Si nadie me ve, no me importa,
y si todos me ven, no me importa tampoco.

Un mundo me ve, el más grande de todos los mundos: Yo.

Si llego a mi destino ahora mismo,
lo aceptaré con alegría,
y si no llego hasta que transcurran diez millones de siglos, esperaré…… esperaré alegremente también.
Mi pie está empotrado y enraizado sobre granito
y me río de lo que tú llamas disolución porque conozco la amplitud del tiempo.

XXI

Soy el poeta del cuerpo
y el poeta del alma.
Los placeres del cielo son míos
y los tormentos del infierno también.
Los placeres, los injerto y los prolongo en mí mismo y los tormentos, los traduzco a una lengua nueva.

Soy el poeta de la mujer
y el poeta del hombre.
Y digo que es tan grande ser hombre
como ser mujer.
Y que nada es tan grande como ser la madre de los hombres.

Canto la canción del crecimiento y del orgullo. (Ya nos hemos arrastrado y escondido bastante.)
Y afirmo que el tamaño no es más que desarrollo.
¿Has sobrepasado a todo?
¿Eres tú el Presidente?
Pues eso no es nada……. una bagatela. Cualquiera puede ser Presidente, y todos llegarán más allá.

Yo soy el que camina por la noche que empieza y que se agrada,
y grito al mar y a la tierra perdidos en la noche como yo.
Noche, apriétame contra tu pecho desnudo, apriétame contra tu pecho desnudo, noche nutricia y magnética.
Noche de vientos australes,
noche de grandes astros solitarios,
noche callada que me guiñas,
noche loca y desnuda que me buscas.

Tierra, sonríe:
sonríe con tu aliente fresco. Tierra voluptuosa de bosques adormilados y vaporosos,
Tierra de crepúsculos muertos.
Tierra de crestas hundidas en la niebla,
Tierra de bañada con la leche azulenca de la luna llena,
Tierra de luces y de sombras que jaspean la corriente del río,
Tierra de nubes límpidas y grises que mi amor abrillante y enciende,
Tierra de profundos barroncos y llena de flores de manzano…..
Sonríe, sonríe porque tu amada llega.
Amor me diste generosa
y amor te devuelvo…..
amor indescriptible y apasionado.

XXIV

Yo son Walt Witman……
Un cosmos. ¡Miradme!
El hijo de Manhattan
Turbulento, fuerte y sensual;
como, bebo y engendro…..
no soy sentimental.
Ni por encima ni separado de nadie,
ni orgulloso ni humilde.

Desclavad las cerraduras de las puertas.
Sacad las puertas mismas de sus goznes.
Quien humilla a otro
me humilla a mí.
Y todo lo que se dice y lo que se hace repercute en mí.
De mí surge la inspiración:
y lo corriente y lo vulgar.

Yo digo la palabra mágica y primera y doy el santo y seña de la democracia.
Y digo que no aceptaré nada que no tenga una réplica inmediata y numerosa.
De mi garganta salen voces largo tiempo calladas,
voces de largas generaciones de prisioneros y de esclavos,
voces de ciclos de preparación y crecimiento, voces de desesperados y de enfermos,
voces de ladrones y de enanos,
voces de cuerdas que conectan las estrellas, voces de matrices y de gérmenes paternos…..
Voces de odio:
la voz del deformado,
del trivial,
del estúpido,
del loco,
del resentido;
la voz de la niebla en el aire,
la voz de los escarabajos que ruedan su bola de estiércol……
De mi garganta salen voces olvidadas;
voces de sexo y de lujuria,
voces veladas que yo desgarro,
voces indecentes que yo clarifico y transfiguro……

Yo no me tapo la boca
ni pongo el índice sobre los labios.
Me estremezco ante el vientre lo mismo que ante el corazón y la cabeza.

La cópula tiene el mismo rango que la muerte.
Creo en la carne y en los apetitos.
La vista,
el oído,
el tacto…
son milagros.

Y cada partícula,
cada apéndice mío
es un milagro.
Soy divino por dentro y por fuera
y santifico todo lo que toco
y todo lo que me toca:
el olor de mis axilas es tan fino como el de una plegaria;
y esta cabeza mía
vale más que las iglesias,
las biblias
y los credos.

Cuando adoro una cosa más que otra, adoro tan sólo la extensión de mi cuero o de una parte de mi cuerpo.
Tú no eres más que la réplica deslumbrante de mí mismo.
Surcos y tierra húmeda, eso eres tú;
la reja firme y masculina del arado,
todo cuanto en mí se cultiva y se labra;
eres mi sangre fecunda
y tus corrientes pálidas de leche, las ordeñas en mi vida;
eres el pecho que se aprieta a otro pecho
y en mi cerebro están tus circunvoluciones ocultas;
raíces lavadas del cáñamo,
tímida alondra,
nido oculto de huevos duplicados….. eso eres tú;
heno mezclado y tundido de la cabeza, de las barbas y de la carne dura….. eso eres tú;
jugo fermentado de manzanas,
fibras de trigo viril,
sol generoso……. eso eres tú;
vapores que iluminan
y apagan mi rostro……. eso eres tú;
arroyos de sudor y de rocío….. eso eres tú; viento que acaricia mi carne con el cosquilleo de los genitales en celo,
amplios campos vigorosos,
ramas de roble vivo,
amante compañero en mi vagar sin rumbo….. eso eres tú;
manos que yo he apretado,
rostro que yo he besado,
hermana criatura a quien mis brazos estrechan sin cesar…… ¡eso eres tú!

Me asombro de mí mismo.
Chocheo ante mi ser.
¡Hay en él tantas cosas admirables!
Cada momento de mi vida
y cuanto sucede en mí
me estremece de júbilo.
¿Por qué se doblan mis tobillos
y cuál es la causa de mis más insignificantes deseos?
¿Por qué irradio amistad….
y por qué la recibo?

Cuando subo las escaleras de mi casa me detengo y digo de pronto: pero ¿es esto cierto?
La enredadera que trepa por mi ventana me satisface más que toda la metafísica de los libros.

¡Oh, maravilla del alba!Una tenue luz allá lejos deslíe las sombras diáfanas e inmensas.
El aire es un manjar para mi lengua.

Del mundo movible
saltan en silencio,
brincan inocentes,
rezuman frescas
masas que cruzan oblicuas
hacia arriba y hacia abajo.

Algo que no puedo ver eriza púas libidinosas,
y mares de jugos resplandecientes
inundan la bóveda celeste.
La tierra y el cielo se juntan.
Y de esta diaria conjunción llega por el oriente un reto que se posa un instante sobre mi cabeza para decirme agresivo y burlón:
¿Serás tú el amo de todo esto?


Octavio Paz / Elogió a Walt Whitman


Walt Whitman es el único poeta moderno grande que parece no experimentar discordia cuando enfrenta a su mundo. Ni siquiera soledad - su monólogo es un coro universal.

Octavio Paz

Octavio Paz

José Martí / Crónica (1887)


Esta crónica fue redactada por José Martí en Nueva York y enviada al “El Partido Liberal” donde se publicó en 1887. En ella Martí elogia el talento del creador de “Leaves of Grass” (Hojas de Hierba). Walt Whitman fue un escritor americano contemporáneo con Martí y antes de esta composición, prácticamente desconocido en el mundo hispanoamericano.

Walt Whitman

«Parecía un dios anoche, sentado en un sillón de terciopelo rojo, todo el cabello blanco, la barba sobre el pecho, las cejas como un bosque, la mano en un cayado.» Esto dice un diario de hoy del poeta Walt Whitman, anciano de setenta años a quien los críticos profundos, que siempre son los menos, asignan puesto extraordinario en la literatura de su país y de su época. Sólo los libros sagrados de la antigüedad ofrecen una doctrina comparable, por su profético lenguaje y robusta poesía, a la que en grandiosos y sacerdotales apotegmas emite, a manera de bocanadas de luz, este poeta viejo, cuyo libro pasmoso está prohibido.
...
Hay que estudiarlo, porque si no es el poeta de mejor gusto, es el más intrépido, abarcador y desembarazado de su tiempo. En su casita de madera, que casi está al borde de la miseria, luce en una ventana, orlado de luto, el retrato de Víctor Hugo; Emerson, cuya lectura purifica y exalta, le echaba el brazo por el hombro y le llamó su amigo; Tennyson, que es de los que ven las raíces de las cosas, envía, desde su silla de roble en Inglaterra, ternísimos mensajes al «gran viejo»; Robert Buchanan, el inglés de palabra briosa, «¿qué habéis de saber de letras -grita a los norteamericanos-, si estáis dejando correr, sin los honores eminentes que le corresponden, la vejez de vuestro colosal Walt Whitman?». 
...
Acaso una de la producciones más bellas de la poesía contemporánea es la mística trenodia que Whitman compuso a la muerte de Lincoln. La naturaleza entera acompaña en su viaje a la sepultura el féretro llorando. Los astros lo predijeron. Las nubes venían ennegreciéndose un mes antes. Un pájaro gris cantaba en el pantano un canto de desolación. Entre el pensamiento y la seguridad de la muerte viaja el poeta por los campos conmovidos, como entre los campaneros. Con arte de músico agrupa, esconde y reproduce estos elementos tristes en una armonía total de crepúsculo. Parece, al acabar la poesía, como si la tierra toda estuviese vestida de negro, y el muerto la cubriera desde un mar al otro. Se ven las nubes, la luna cargada que anuncia la catástrofe, las alas largas del pájaro gris. Es mucho más hermoso, extraño y profundo que El cuervo de Poe. El poeta trae al féretro un gajo de lilas.
...
Oíd lo que canta este pueblo trabajador y satisfecho; oíd a Walt Whitman. El ejercicio de sí lo encumbra a la majestad, la tolerancia a la justicia y el orden a la dicha. El que vive en un credo autocrático es lo mismo que una ostra en su concha, que sólo ve la prisión que la encierra y cree, en la oscuridad, que aquello es el mundo; la libertad pone alas a la ostra. Y lo que, oído en lo interior de la concha, parecía portentosa contienda, resulta a la luz del aire ser el natural movimiento de la savia en el pulso enérgico del mundo.
...
Nada le es extraño, y lo toma en cuenta todo, el caracol que se arrastra, el buey que con sus ojos misteriosos lo mira, el sacerdote que defiende una parte de la verdad como si fuese la verdad entera. El hombre debe abrir los brazos, y apretarlo todo contra su corazón, la virtud lo mismo que el delito, la suciedad lo mismo que la limpieza, la ignorancia lo mismo que la sabiduría; debe fundirlo en su corazón, como en un horno; sobre todo, debe dejar caer la barba blanca. Pero, eso sí, «ya se ha denunciado y tonteado bastante»; regaña a los incrédulos, a los sofistas, a los habladores; ¡procreen en vez de querellarse y añadan al mundo! ¡Créese con aquel respeto con que una devota besa la escalera del altar! 

El es de todas las castas, credos y profesiones, y en todas encuentra justicia y poesía. Mide las religiones sin ira; pero cree que la religión perfecta está en la naturaleza. La religión y la vida están en la naturaleza. Si hay un enfermo, «idos -dice al médico y al cura- , ya me apegaré a él, abriré las ventanas, le amaré, le hablaré al oído; ya veréis como sana; vosotros sois palabra y yerba, pero yo puedo más que vosotros, porque soy amor». El Creador es «el verdadero amante, el camarada perfecto»; los hombres son «camaradas», y valen más mientras más aman y creen, aunque todo lo que ocupe su lugar y su tiempo vale tanto como cualquiera: mas vean todos el mundo por sí, porque él, Walt Whitman, que siente en sí el mundo desde que éste fue creado, sabe, por lo que el sol y el aire libre le enseñan, que una salida de sol le revela más que el mejor libro. Piensa en los orbes, apetece a las mujeres, se siente poseído de amor universal y frenético; oye levantarse de las escenas de la creación y de los oficios del hombre un concierto que le inunda de ventura, y cuando se asoma el río, a la hora en que se cierran los talleres y el Sol de puesta enciende el agua, siente que tiene cita con el Creador, reconoce que el hombre es definitivamente bueno y ve que de su cabeza reflejada en la corriente, surgen aspas de luz.
...
El lenguaje de Walt Whitman, enteramente diveros del usado hasta hoy por los poetas, corresponde, por la extrañeza y pujanza, a su cíclica poesía y a la humanidad nueva, congregada como un continente fecundo con portentos tales que en verdad no caben en liras ni serventesios remilgados. Ya no se trata de amores escondidos, ni de damas que mudan de galanes, ni de la queja estéril de los que no tienen la energía necesaria para domar la vida, ni la discreción que conviene a los cobardes. No de rimillas se trata, y dolores de alcoba, sino del nacimiento de una era, del alba de la religión definitiva y de la renovación del hombre; trátase de una fe que ha de sustituir a la que ha muerto y surge con un claro radiante de la arrogante paz del hombre redimido; trátase de escribir los libros sagrados de un pueblo que reúne, al caer del mundo antiguo, todas las fuerzas vírgenes de la libertad a las ubres y pompas ciclópeas de la salvaje naturaleza; trátase de reflejar en palabras el ruido de las muchedumbres que se asientan, de las ciudades que trabajan y de los mares domados y los ríos esclavos. ¿Apareará consonantes Walt Whitman y pondrá en mansos dísticos estas montañas de mercaderías, bosques de espinas, pueblos de barcos, combates donde se acuestan a abonar el derecho millones de hombres y sol que en todo impera, y se derrama con límpido fuego por el vasto paisaje?
¡Oh!, no: Walt Whitman habla en versículos, sin música aparente, aunque a poco de oírla se percibe que aquello suena como el casco de la tierra cuando vienen por él, descalzos y gloriosos, los ejércitos triunfantes. En ocasiones parece el lenguaje de Whitman el frente colgado de reses de una carnicería; otras parece un canto de patriarcas, sentados en coro, con la suave tristeza del mundo a la hora en que el humo se pierde en las nubes; suena otras veces como un beso brusco, como un forzamiento, como el chasquido del cuero reseco que revienta al sol; pero jamás pierde la frase su movimiento rítmico de ola. El mismo dice cómo hable: «en alaridos proféticos»; «éstas son, dice unas pocas palabras indicadoras de lo futuro». Eso es su poesía, índice; el sentido de lo universal pervade el libro y le da, en la confusión superficial, una regularidad grandiosa; pero sus frases desligadas, flagelantes, incompletas, sueltas, más que expresan, emiten: «lanzo mis imaginaciones sobre las canosas montañas»; «di, tierra viejo nudo montuoso, ¿qué quieres de mi?»; «hago mi bárbara fanfarria sobre los techos del mundo».
...
Por repeticiones atrae la melancolía, como los salvajes. Su censura, inesperada y cabalgante, cambia sin cesar, y sin conformidad a regla alguna, aunque se percibe un orden sabio en sus evoluciones, paradas y quiebros. Acumular le parece el mejor modo de describir, y su raciocinio no toma jamás las formas pedestres del argumento ni las altisonantes de la oratoria, sino el misterio de la insinuación, el fervor de La certidumbre y el giro ígneo de la profecía. A cada paso se hallan en su libro estas palabras nuestras: vida, camarada, libertad, americanos.
...
Así, celebrando el músculo y el arrojo; invitando a los transeúntes a que pongan en él, sin miedo, su mano al pasas; oyendo, con las palmas abiertas al aire, el canto de las cosas; sorprendiendo y proclamando con deleite fecundidades gigantescas; recogiendo en versículos épicos las semillas, las batallas y los robles; señalando a los tiempos pasmados las colmenas radiantes de hombres que por los valles y cumbres americanos se extienden y rozan con sus alas de abeja la fimbria de la vigilante libertad; pastoreando los siglos amigos hacia el remanso de la calma eterna, aguarda Walt Whitman, mientras sus amigos le sirven en manteles campestres la primera pesca de la primavera rociada con champaña, la hora feliz en que lo material sea aparte de él, después de haber revelado al mundo un hombre veraz, sonoro y amoroso, y en que, abandonado a los aires purificadores, germine y arome en sus ondas, «¡desembarazado, triunfante, muerto!».

José Martí

Heddy Navarro / Crónica (desde la piel)


Mujer soy
contradictoria
instancia que aletea
saca cuentas
decide el almuerzo
balancea proteínas
recuerda sus tareas a los hijos
abre la puerta de la cocina
y pela papas
Walt Whitman
resbala por mi pecho


Pablo Neruda / Canto General (fragmento)

Desde la lectura de Salut au monde! Y a partir de la pregunta que Whítman se plantea en ese poema: What do you see, Walt Whítman? (¿Qué ves, Walt Whítman?), Pablo Neruda amplia esa visión y misión en el Canto General:


Walt Whitman, levanta tu barba de hierba,
mira conmigo desde el bosque,
desde estas magnitudes perfumadas.
Qué ves allí, Walt Whitman?
Veo, me dice mi hermano profundo,
veo cómo trabajan las usinas,
en la ciudad que los muertos recuerdan,
en la capital pura,
en la resplandeciente Stalingrado.
Veo desde la planicie combatida,
desde el padecimiento y el incendio,
nacer en la humedad de la mañana
un tractor rechinante hacia las llanuras.
Dame tu voz y el peso de tu pecho enterrado,
Walt Whitman, y las graves
raíces de tu rostro
para cantar estas reconstrucciones!
Cantemos juntos lo que se levanta
de todos los dolores, lo que surge
del gran silencio, de la grave
victoria:
Stalingrado, surge tu voz de acero,
renace piso a piso la esperanza
como una casa collectiva,
y hay un temblor de nuevo en marcha
enseñando,
cantando
y construyendo.




R. W. Emerson / Carta a Walt Whitman


Me complace tu pensamiento libre y valiente. Me deleita. Encuentro cosas incomparables dichas incomparablemente bien, como debe ser.
Carta de R.W. Emerson a Walt Whitman.

«Querido señor,

   No me ciego ante el valor del maravilloso regalo que es Hojas de Hierba. Creo que es una de las piezas más extraordinarias de humor y sabiduría con las que América ha contribuido. Me siento muy feliz al leerla, como cuando el gran poder nos hace felices. Está a la altura de lo que siempre he demandado de lo que parecía la estéril y mezquina Naturaleza, como si mucho trabajo manual, o demasiado temperamento linfático, hicieran de nuestro humor occidental algo gordo y grosero. Me complace tu pensamiento libre y valiente. Me deleita. Encuentro cosas incomparables dichas incomparablemente bien, como debe ser. Encuentro en ti el coraje de enfocar las cosas, que es algo que nos deleita y que sólo una percepción profunda puede inspirar.

   Te felicito al comienzo de una larga carrera, que debió tener un principio en algún lado para dar lugar a un inicio como este. Me froté un poco los ojos para asegurarme de que este rayo de sol no fuera una ilusión; pero el sólido sentido de este libro me dio sobrada certeza. Tiene los mejores méritos, concretamente, esfuerzo y coraje.

   No supe hasta anoche que vi el libro anunciado en un periódico, que podía confiar en un nombre real y disponible para dar a la oficina de correos. Deseo ver a mi benefactor, y me he estado sintiendo capaz de alcanzar mis metas y visitar Nueva York para demostrarle mis respetos.

   R.W. Emerson».

R. W. Emerson

León Felipe / Prólogo a una edición de Hojas de Hierba


“Aquel que camina una sola legua sin amor camina amortajado hacia su propio funeral”.
Se apellida Whitman, pero Dios le llama Walt.

No tiene familia.

Es hijo de la tierra mas que de la sangre como todo norteamericano legítimo.

Su nombre telúrico y adamico es Walt. Walt, Walt, Walt, le dice el gavilán, la tempestad, y las olas del mar entre las rocas de la playa… Llamadle Walt vosotros también.

Yo le llamo Walt.

Dios le llama Walt.

No tiene otro título, ni rótulo a la puerta, no es doctor, ni reverendo, ni maese… No es misionero tampoco.

No viene a repartir catecismos, Ni reglamentos, ni a colgarle a nadie una cruz en la solapa.

Ni a juzgar, ni a premiar, ni a castigar. Viene sencillamente a cantar una canción. No os trae nada nuevo.

Sabe que sois ricos y os lo viene a recordar. Y a los que han olvidado su tesoro viene a abrirles el granero, el palomar, y las ventanas de la torre.

Os trae unas llaves.

Viene a derribar murallones, a destruir cercas y vallados.

Os trae también una piqueta.

¿Que esperais? ¿Falta algo más?

Ah…si…

Preguntais si tiene biografía….

Los grandes poetas no tienen biografía. Tienen destino, y el destino No se narra…

Se canta y se baila.

León Felipe

Leopoldo Lugones / Las montañas de oro (fragmento)


¡Hombres! No escupáis nunca sobre una gran cabeza.
No seáis mancha cuando pudierais ser herida.
El hierro sufre en lo hondo de la fragua encendida.
Pero hasta hoy nadie ha visto las lágrimas del hierro.
El poeta es el astro de su propio destierro.

El tiene su cabeza junto a Dios, como todos,
Pero su carne es fruto de los cósmicos lodos
De la Vida. Su espíritu del mismo yugo es siervo.
Pero en su frente brilla la integridad del verbo.
Cada vez que una de sus colmenas, que en la historia
Trazan nuevos caminos de esfuerzo y de victoria,
Emprende su jornada, dejando detrás de ella,
Rastros de lumbre como los pasos de una estrella,
Noches siniestras, ecos de lúgubres clarines,
Huracanes colgados de gigantescas crines
Y montes descarnados como imponentes huesos:
Uno de esos enjendros del prodigio, uno de esos
Armoniosos doctores del Espíritu Santo,
Alza sobre la cumbre de la noche su canto.
(La alondra y el Sol tienen en común estos puntos:
Que reinan en los cielos y se levantan juntos.)
El canto de esos grandes es como un tren de guerra
cuyas sonoras llantas surcan toda la tierra.
Cantan por sus heridas, ensangrentadas bocas
De trompeta, que mueven el alma de las rocas
Y de los mares. Hugo, con su talón fatiga
Los olímpicos potros de su imperial cuadriga;
Y, como de un océano que el Sol naciente dora,
De sus grandes cabellos se ve surgir la aurora.
Dante alumbra el abismo con su alma. Dante piensa.
Alza entre dos crepúsculos una portada inmensa,
Y pasa, transportando su empresa y sus escombros:
Una carga de montes y noches en los hombros.

Whitman entona un canto serenamente noble.
Whitman es el glorioso trabajador del roble.
El adora la vida que irrumpe en toda siembra,
El grande amor que labra los flancos de la hembra;
Y todo cuanto es fuerza, creación, universo,
Pesa sobre las vértebras enormes de su verso.
Homero es la pirámide sonora que sustenta
Los talones de Júpiter, goznes de la tormenta.
Es la boca de lumbre surgiendo del abismo.
Tan de cerca le ha hablado Dios, que él habla lo mismo.

Leopoldo Lugones

Mark Twain / Carta a Walt Whitman

En mayo de 1889, casi al final de su vida, Whitman recibió una carta de felicitación de Mark Twain. En ella Twain, que presiente que Whitman está ya cercano a la muerte, le hace un emotivo ofrecimiento de vida en forma de años.

Hartford, 24 de mayo de 1889


Para Walt Whitman:

   Usted ha vivido los setenta años más grandes de la historia del mundo y los más ricos en beneficio y progreso para todos. Estos setenta años han hecho mucho más por separar al hombre del resto de animales que lo que se hizo en los cinco siglos que le precedieron.

   ¡Qué grandes descubrimientos ha presenciado! La prensa de vapor, el barco de vapor, el ferrocarril, el telégrafo, el teléfono, el fonógrafo, la fotografía, el foto‒grabado, la luz de gas, la luz eléctrica, la máquina de coser y los sorprendentes, infinitamente variados e innumerables productos de alquitrán de hulla, esas últimas y extrañas maravillas de una edad maravillosa. Y usted ha visto todavía más descubrimientos que estos; porque ha visto la aplicación de anestesia para la cirugía, por lo que el antiguo dolor, que se inició con la primera vida, llegó a su fin en esta tierra para siempre; usted ha visto al esclavo ser liberado, a la monarquía destituida en Francia y reducida en Inglaterra a una maquinaria que trata de demostrar impotentemente su diligencia y atención a los negocios, pero que está desconectada. Sí, de hecho, ha visto mucho ‒pero habrá que esperar todavía un tiempo, porque lo más grande está por venir. Espere treinta años y mire. Va a ver maravillas sobre maravillas además de esas de cuyo descubrimiento ha sido testigo; y por encima de todo ello verán su formidable Resultado ‒un Hombre en casi toda su estatura, por fin‒ que todavía sigue creciendo mientras se mira. En ese día, el que tiene un trono o un privilegio dorado que no está al alcance de su vecino, dejará sus zapatillas y se preparará para bailar, para la música que está por venir. ¡Viva y verá estas cosas! Treinta de nosotros que le honramos y le queremos le ofrecemos esta oportunidad. Tenemos entre todos nosotros 600 años que quedan en el banco de la vida. Tome 30 de ellos ‒el regalo de cumpleaños más hermoso ofrecido a un poeta en este mundo‒ y siéntese y espere. Espere a ver cómo esa gran figura aparece, y atrape el lejano brillo del sol sobre su bandera: entonces podrá irse satisfecho, como sabiendo que fue visto por aquellos para quienes se hizo la tierra, y que él proclamará que el trigo humano vale más que las cizañas humanas, y procederá a organizar los valores humanos sobre esa base.

Mark Twain

Mark Twain

Jorge Luis Borges / Candem, 1892


El olor del café y de los periódicos.
El domingo y su tedio. La mañana
y en la entrevista página esa vana
publicación de versos alegóricos

de un colega feliz. El hombre viejo
está postrado y blanco en su decente
habitación de pobre. Ociosamente
mira su cara en el cansado espejo.

Piensa, ya sin asombro, que esa cara
es él. La distraída mano toca
la turbia barba y saqueada boca.

No está lejos el fin. Su voz declara:
Casi no soy, pero mis versos ritman
la vida y su esplendor. Yo fui Walt Whitman.

Jorge Luis Borges

Ezra Pound / Un pacto


Yo hago un pacto contigo, Walt Whitman.
Ya te he detestado lo suficiente.
Llego a ti como un niño crecido

Que ha tenido un padre testarudo;
Ya tengo edad para hacer amigos.

Fuiste tú el que partió la nueva leña,
Ahora es el tiempo de tallar.

Nosotros tenemos la raíz y la savia:
Que haya intercambio entre nosotros.

(Traducción de Marcelo Covian)

Poema original en inglés:

A PACT

I make a pact with you, Walt Whitman.
I have detested you long enough.
I come to you as a grown child.

Who has had a pig-headed father;
I am old enough now to make friends.

It was you that broke the new wood,
Now is a time for carving.

We have one sap and one root.
Let there be commerce between us.

Ezra Pound

Federico García Lorca / Oda a Walt Whitman


Por el East River y el Bronx
los muchachos cantaban enseñando sus cinturas,
con la rueda, el aceite, el cuero y el martillo.
Noventa mil mineros sacaban la plata de las rocas
y los niños dibujaban escaleras y perspectivas.

Pero ninguno se dormía,
ninguno quería ser el río,
ninguno amaba las hojas grandes,
ninguno la lengua azul de la playa.

Por el East River y el Queensborough
los muchachos luchaban con la industria,
y los judíos vendían al fauno del río
la rosa de la circuncisión
y el cielo desembocaba por los puentes y los tejados
manadas de bisontes empujadas por el viento.

Pero ninguno se detenía,
ninguno quería ser nube,
ninguno buscaba los helechos
ni la rueda amarilla del tamboril.

Cuando la luna salga
las poleas rodarán para tumbar el cielo;
un límite de agujas cercará la memoria
y los ataúdes se llevarán a los que no trabajan.

Nueva York de cieno,
Nueva York de alambres y de muerte.
¿Qué ángel llevas oculto en la mejilla?
¿Qué voz perfecta dirá las verdades del trigo?
¿Quién el sueño terrible de sus anémonas manchadas?

Ni un solo momento, viejo hermoso Walt Whitman,
he dejado de ver tu barba llena de mariposas,
ni tus hombros de pana gastados por la luna,
ni tus muslos de Apolo virginal,
ni tu voz como una columna de ceniza;
anciano hermoso como la niebla
que gemías igual que un pájaro
con el sexo atravesado por una aguja,
enemigo del sátiro,
enemigo de la vid
y amante de los cuerpos bajo la burda tela.
Ni un solo momento, hermosura viril
que en montes de carbón, anuncios y ferrocarriles,
soñabas ser un río y dormir como un río
con aquel camarada que pondría en tu pecho
un pequeño dolor de ignorante leopardo.

Ni un sólo momento, Adán de sangre, macho,
hombre solo en el mar, viejo hermoso Walt Whitman,
porque por las azoteas,
agrupados en los bares,
saliendo en racimos de las alcantarillas,
temblando entre las piernas de los chauffeurs
o girando en las plataformas del ajenjo,
los maricas, Walt Whitman, te soñaban.

¡También ese! ¡También! Y se despeñan
sobre tu barba luminosa y casta,
rubios del norte, negros de la arena,
muchedumbres de gritos y ademanes,
como gatos y como las serpientes,
los maricas, Walt Whitman, los maricas
turbios de lágrimas, carne para fusta,
bota o mordisco de los domadores.

¡También ése! ¡También! Dedos teñidos
apuntan a la orilla de tu sueño
cuando el amigo come tu manzana
con un leve sabor de gasolina
y el sol canta por los ombligos
de los muchachos que juegan bajo los puentes.

Pero tú no buscabas los ojos arañados,
ni el pantano oscurísimo donde sumergen a los niños,
ni la saliva helada,
ni las curvas heridas como panza de sapo
que llevan los maricas en coches y terrazas
mientras la luna los azota por las esquinas del terror.

Tú buscabas un desnudo que fuera como un río,
toro y sueño que junte la rueda con el alga,
padre de tu agonía, camelia de tu muerte,
y gimiera en las llamas de tu ecuador oculto.

Porque es justo que el hombre no busque su deleite
en la selva de sangre de la mañana próxima.
El cielo tiene playas donde evitar la vida
y hay cuerpos que no deben repetirse en la aurora.

Agonía, agonía, sueño, fermento y sueño.
Éste es el mundo, amigo, agonía, agonía.
Los muertos se descomponen bajo el reloj de las ciudades,
la guerra pasa llorando con un millón de ratas grises,
los ricos dan a sus queridas
pequeños moribundos iluminados,
y la vida no es noble, ni buena, ni sagrada.

Puede el hombre, si quiere, conducir su deseo
por vena de coral o celeste desnudo.
Mañana los amores serán rocas y el Tiempo
una brisa que viene dormida por las ramas.

Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whítman,
contra el niño que escribe
nombre de niña en su almohada,
ni contra el muchacho que se viste de novia
en la oscuridad del ropero,
ni contra los solitarios de los casinos
que beben con asco el agua de la prostitución,
ni contra los hombres de mirada verde
que aman al hombre y queman sus labios en silencio.
Pero sí contra vosotros, maricas de las ciudades,
de carne tumefacta y pensamiento inmundo,
madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño
del Amor que reparte coronas de alegría.

Contra vosotros siempre, que dais a los muchachos
gotas de sucia muerte con amargo veneno.
Contra vosotros siempre,
Faeries de Norteamérica,
Pájaros de la Habana,
Jotos de Méjico,
Sarasas de Cádiz,
Ápios de Sevilla,
Cancos de Madrid,
Floras de Alicante,
Adelaidas de Portugal.

¡Maricas de todo el mundo, asesinos de palomas!
Esclavos de la mujer, perras de sus tocadores,
abiertos en las plazas con fiebre de abanico
o emboscadas en yertos paisajes de cicuta.

¡No haya cuartel! La muerte
mana de vuestros ojos
y agrupa flores grises en la orilla del cieno.
¡No haya cuartel! ¡Alerta!
Que los confundidos, los puros,
los clásicos, los señalados, los suplicantes
os cierren las puertas de la bacanal.

Y tú, bello Walt Whitman, duerme a orillas del Hudson
con la barba hacia el polo y las manos abiertas.
Arcilla blanda o nieve, tu lengua está llamando
camaradas que velen tu gacela sin cuerpo.
Duerme, no queda nada.
Una danza de muros agita las praderas
y América se anega de máquinas y llanto.
Quiero que el aire fuerte de la noche más honda
quite flores y letras del arco donde duermes
y un niño negro anuncie a los blancos del oro
la llegada del reino de la espiga.

Federico García Lorca