domingo, 19 de septiembre de 2021

Orlando Mondragón / Llegar con el labio partido


Llegar con el labio partido

puede significar que tus compañeros

te hagan su presa con los ojos.

Puede significar también que tu padre

ha descubierto lo que dicen de ti en la escuela

y te ha dado una paliza

para que aprendas a defenderte.

Pero ¿cómo se defiende uno de las palabras?

¿Dónde se aprende a darles la vuelta,

                                             a desoírlas

para que no te despierten en la noche

ladrando los mismos insultos?

¿Dónde se esconde uno de ellas?

Si te descubren hasta en las paredes de los baños,

en las butacas del salón,

saben pegar tu nombre a un dibujo de penes,

a un dibujo de culos penetrados.

Si te persiguen

como un enjambre de abejas alborotadas,

correteándote por todo el camino

y se meten hasta tu cuarto

y se oyen por encima de la televisión,

por encima de la voz de mamá

preguntando cómo te fue en colegio,

y zumban,

                  zumban,

                                     zumban.

Uno termina por creerles,

por voltear a ver cuando alguien grita:          ¡joto!

en la calle.

Cuando ya es inútil disimular

ante la mirada incrédula de tu padre

porque lo ha visto todo.




Orlando Mondragón 



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