En una gota de agua
los pájaros se sacian
se refrescan
se miran.
Debemos transformarnos
se dicen.
Alguna vez fuimos dinosaurios.
En una gota de agua
los pájaros se sacian
se refrescan
se miran.
Debemos transformarnos
se dicen.
Alguna vez fuimos dinosaurios.
Has estado mucho tiempo decidiendo,
Señor, al respecto de estos locos
Que controlan el mundo. Su largo alcance
Y sus garras deben haberte asustado.
Uno de ellos me encontró con su sombra.
El día se puso frío. Yo oscilaba
Entre terror y valentía
En la esquina más oscura del cuarto de mi hijo.
Te busqué con mis ojos, Tú en quien yo no creo.
¿Te has ocupado embelleciendo las flores,
Haciendo correr los corderos tras sus madres,
O no has hecho acaso ni siquiera eso?
Era primavera. Los asesinos estaban llenos de buenas
Intenciones y alegría, y tus sacerdotes
Estaban justo a su lado, para asegurarse
Que nuestro último adiós se dijera apropiadamente.
Psalm
You’ve been a long time making up your mind,
O Lord, about these madmen
Running the world. Their reach is long
And their claws must have frightened you.
One of them found me with his shadow.
The day turned chill. I dangled
Between terror and valor
In the darkest corner of my son’s bedroom.
I sought with my eyes, You in whom I do not believe.
You’ve been busy making the flowers pretty,
The lambs run after their mother,
Or perhaps you haven’t been doing even that?
It was spring. The killers were full of sport
And merriment, and your divines
Were right at their side, to make sure
Our final goodbyes were said properly.
Charles Simic
Majestad, Señora Presidenta de Patrimonio Nacional, Señor Rector de la Universidad de Salamanca, Señor Secretario del Jurado, Señor Ministro de Cultura y Deporte, autoridades, señoras y señores:
Eres la noche, esposa: la noche en el instante
mayor de su potencia lunar y femenina.
Eres la medianoche: la sombra culminante
donde culmina el sueño, donde el amor culmina.
He venido repitiendo esas líneas casi como un mantra, como un pulso que me late tras la sien sin dejarme. Es el comienzo de "Hijo de la luz y de la sombra" de Miguel Hernández, uno de los más grandes poemas escritos en castellano, y he querido recordarlo aquí como un testimonio ante ustedes y ante todos los poetas de España y Portugal, de mi admiración, de mi gratitud y de mi reconocimiento.
Hoy, en el Día internacional contra la violencia de género, vengo a agradecer profundamente la enorme distinción que me han conferido al otorgarme este Premio que lleva el nombre de su Majestad, y expresarles asimismo mi gratitud a la Universidad de Salamanca y a Patrimonio Nacional. Es un alto honor que entiendo como un homenaje al gran río de la poesía del cual todos no somos sino pequeños eslabones. Recibo entonces este premio con alegría, orgullo y, al mismo tiempo, con pudor y vergüenza. Es demasiado todo lo que no hemos hecho, todo lo que no estamos alcanzando a hacer, todo lo que debimos entregar y que tal vez ya no entreguemos.
Vengo de un país de desaparecidos que hoy se ha volcado fervorosamente a las calles en su lucha por recobrar su dignidad y la poesía es parte de esa lucha. No se devolvieron los cuerpos, es decir; no se le devolvió a la esposa el cuerpo de su esposo, no se le devolvió al niño pequeño el cuerpo de su padre, no se le devolvió al anciano el cadáver de su hijo, y fueron los poetas quienes debieron descender a la tibieza de la tierra que acogió esos restos, a las espumas del mar que mecieron esos cuerpos quebrados, a la piel reseca del desierto que preservó esos torsos rotos, y restaurar las palabras que ellos no alcanzaron a decirnos ni a decirse. Le correspondió a la poesía cumplir con las exequias de los ausentes, sancionar sus vidas y enterrar en las tumbas del lenguaje lo que los vivos debían haber enterrado en las tumbas de sus muertos.
No se me escapa el terrible momento que el mundo está atravesando, por lo que les agradezco doblemente el que se haya realizado esta ceremonia de cuerpo presente. Son, lo sabemos, centenares de miles de muertos, más la secuela de miseria, injusticias e inequidades monstruosas que la pandemia ha revelado en toda su pavorosa evidencia. Asomándonos desde los bordes de la vida, desde su tumefacción y heridas, hemos muerto en cada cuerpo que muere, hemos enmudecido en cada una de estos finales silenciosos, sin abrazos, sin ilusiones, y en lo más oscuro del dolor y de la pérdida, con los ojos llorosos, hemos entrevisto también la trama de un amor incancelable instalado en el corazón mismo de la tierra. De esta tierra que a pesar de todo nos ama.
Lloramos, nacemos, caemos en batallas que no eran nuestras, miramos los deslindes cada vez más nítidos de las capitales del dolor, como las llamo Paul Eluard, y entendemos que si el amor culmina es porque nos fue dada esa piedad por cada detalle del mundo, por esa hoja que cae y por esa hoja que brota, por el olor que deja la lluvia en los árboles, por ese ser que nace abrazado a la cruz de su cuerpo que es el mismo cuerpo en el que morirá crucificado.
En un mundo de víctimas y victimarios, la poesía es siempre la primera víctima, pero es también la primera que se levanta desde su propia muerte para decirnos a los sobrevivientes que, no obstante todo, vendrán nuevos días. He intentado describir esos nuevos días y esa es quizás la única razón por la que estoy aquí. He imaginado largas sagas alucinantes, poemas interminables que se me borraban como polvo en los dedos en el momento de escribirlos; he visto el Pacífico suspendido sobre las cumbres de Los Andes y cuadrillas de aviones dibujando con líneas de humo en el cielo el rostro de mi madre Ana Canessa que a los 96 años sigue escuchándome; he recordado la cara de alguien que no puedo recordar: la de mi padre muerto a los 31 sosteniéndome un segundo más entre sus brazos. He entrevisto desiertos enteros escritos y países hechos de amor y de muerte donde me encuentro con quienes amé y que tal vez me amaron, antes de esfumarse en sueños incomprensibles. Me he roto, he intentado cegarme tal vez porque creí que así podría fundirme con mi país desollado y retener por más tiempo las manos del amor desaparecido entre las mías, pero mi amor no ha sido suficiente. Me he entregado, allí están mis libros con mis afectos y desafectos, pero mi entrega no fue bastante y no sé si alcanzaré a soñar las imágenes y las palabra finales que todo poeta le debe al mundo.
Acosados por la deriva de una historia de la que todos somos parte y que no ha cesado de exhibir su violencia, su impiedad, su crueldad, su indiferencia: en este minuto hay una balsa con inmigrantes naufragando, en este minuto hay alguien que muere frente una frontera cerrada, en este minuto, en algún lugar, hay una ciudad que está siendo bombardeada, y entendemos entonces que la tarea no era escribir poemas, ni pintar cuadros, ni componer sinfonías, sino hacer de la vida una obra de arte, el más vasto y hermoso de los cantos, la única gran sinfonía frente a la cual valía la pena luchar y morir. No fue así y ese fracaso lo arrasa todo. No construimos el Paraíso. No hicimos de este mundo un Nuevo Mundo, no fue La Vida Nueva.
Pero es precisamente ese Paraíso, ese Nuevo Mundo, esa Vida Nueva, la razón de ser de todos los poemas, de cada verso, de cada una de sus sílabas y letras. Cada uno es el puerto de llegada de un río inmemorial de difuntos que terminan en nosotros y donde nuestras palabras vivas van recogiendo el coro infinito de las palabras muertas. Puede que no sea más que un desvarío, pero he llegado a creer que la historia de una lengua es la historia de las infinidades de seres que yacen en cada sonido que hablamos, y cuando volvemos a usar esos sonidos, esas pausas, esos acentos, les estamos dando a ese mar antiguo de voces los sonidos de un nuevo día. Hablar es hacer presente a los muertos. Una lengua antes que nada es un acto de amor, ella es el “Amor constante más allá de la muerte” de Francisco de Quevedo, y nos sobrepasa infinitamente porque es la única resurrección que nos muestra el mundo.
Morimos en nuestras lenguas madres y volvemos a nacer en ellas. Esa es la demencial apuesta de la poesía. Ella no puede derribar una dictadura ni curar una pandemia, pero sin la poesía nada es posible porque la esperanza de un nuevo día está inscrita en lo más imperecedero del sueño humano. Vislumbramos entonces los contornos de una solidaridad y justicia también inconmensurables que pronunciando las palabras que solo nuestros poemas conocían, que solo nuestra sed, que solo nuestra hambre de amor conocían, en las que sucesivas muchedumbres mirarán las imágenes de este tiempo y se preguntarán por esta época bárbara y feroz. Nada quedará allí de nosotros y sin embargo algo de nuestros ojos muertos estarán mirando a través de esos ojos vivos. Intuimos así que tal vez la única realidad que existe es aquella que se ve entre las lágrimas: esa iridiscencia del mundo que solo pueden captar los ojos que lloran. Como si nos llamaran desde esa bruma adivinamos los contornos aún borrosos del otro, de su cara cubierta que se acerca como si quisiera besar nuestra cara cubierta solo para confirmarnos que estrechar la vida de otro entre tus brazos y ser estrechado por la vida de otro entre sus brazos, contiene lo crucial; el dolor, el fervor y la maravilla a veces desesperada de la existencia.
Hemos arrastrado así mundos tras mundos, pero nuestro amor no ha sido suficiente. Hemos escrito con mis compañeros parte quizás de los más grandes poemas de nuestra generación, pero los grandes poemas solo cuentan si son un pretexto para la bondad, porque solo desde esa bondad la poesía estará cumpliendo con el único papel que le da sentido: celebrar la vida, llorar la muerte, e imprimir sobre los martillados rostros de lo humano, los rasgos aún inimaginables de una nueva eternidad. Porque un poema solo existe si puede resistir el vendaval de la eternidad y una de sus condiciones más insoslayables, y quizas crueles, es que no puede sino ser extraordinario. No hay poemas pequeños; no existe la poesía intimista, como no existe la poesía social, ni la poesía exteriorista, ni la poesía experimental, ni la antipoesía. La única poesía que existe es aquella que puede ser musitada frente a un ser que muere o leída en voz alta frente al mar.
Hablo entonces del dolor y de un lenguaje de ángeles que estará o no estará esperándonos, que escucharemos o no escucharemos, que es el lenguaje de los que se encuentran, de los que sólo pueden abrazarse, de los que no tienen otra posibilidad en este mundo que la de abrazarse, más allá de las pandemias, más allá de la vida, más allá de la muerte. Una humanidad no es nada sin eso. Incluso sin el sueño de eso. No es más que una simple constatación: No podemos ahora abrazarnos, pero nada persiste ni nada vive fuera del abrazo. Ser un ser humano es tener de tanto en tanto la posibilidad de recordarlo, ser un criminal, un dictador o un genocida es darse de tanto en tanto la posibilidad de olvidarlo.
Termino entonces este agradecimiento con mi abrazo, con la culminación de mi amor, con mi vida, con mi noche, con mi sueño y mi despertar:
Para ti Paulina, este poema de un artista desmembrado
Madrugada, enero, 2020
De ése que te mira mientras duermes, apenas un
gesto y la fiebre. Apenas quizás una mano; esa
que tomó por primera vez la tuya emergiendo por
un instante desde el temblor de sus manos. De
ése estos escombros que se desmoronan siempre,
que caen siempre. De ese tal vez sus pómulos
y la marca de un dios menor que sigue quemando
su mejilla. De ese quizás solo esa ruta llorosa
y perdida que tomó el camino hacia tus brazos.
De ti la gloria del primer día clavado para
siempre y el fulgor de tus ojos mirando afuera
la intemperie nevada de las montañas. De ti la
feroz mañana imprescriptible en que babeantes
ante tu belleza las fieras sanguinarias no
sabían si amarte o morderte. De ti la fidelidad
de un día que cae, de un cielo y de un mar que
caen, de un hombre de espaldas estrechas
que cae y que suelta su mano de la tuya para
que tú no te caigas, para que no se derrumbe
la invalidez de su noche sobre tus estrellas.
Muchas gracias. Eternamente agradecido.
porque en la vida tiene tan sólo su existencia.
En ese punto oscuro de la nada
que nace en el cerebro,
cuando se acaba el aire que acariciaba el labio,
ahora que la ceniza, como un cielo llagado,
penetra en las costillas con silencio y dolor,
y un pañuelo mojado por las lágrimas se agita
hacia lo negro.
Beso tu carne aún tibia.
Fuera del hospital, como si fuera yo, recogido
en tus brazos,
un niño de pañales mira caer la luz,
sonríe, grita, y ya le hechiza el mundo,
que habrá de abandonarle.
Madre, devuélveme mi beso.
Francisco Brines
Estoy como la roca
frente al mar,
en mí ya no vienen
a dormir las gaviotas.
La furia de las olas
golpea mi corazón herido
y la noche se cierne
sobre mí y mis corolas.
Soy como caracol
con su canto profundo
sólo que nadie escucha
su canción melodiosa.
Pero sigo cantando
aunque nadie me oiga,
porque es toda mi esencia
la que fluye en sus notas.
¡Me sonríes, Jesús!
Tú me sonríes.
Tú sabes de mi luz
y de mi sombra.
De mi canto callado
y angustiado
y de la alegría
que Tú en mí provocas.
¡Qué sería sin Ti!
Cómo podría
sembrar luz y esperanza
a quien mi vida toca!
Cómo podría consolar
sin tus palabras
que sanan y bendicen
a través de mi boca.
Mi alma quiere fundirse
en tu Espíritu Santo
y entregarse confiada
a su luz y su sombra...
Vivo en esta ciudad, en este país despoblado,
avergonzado por sus propios fantasmas,
confinado a cuatro paredes hurañas.
Vivo en cuartos vacíos.
En habitaciones que a ratos se encogen
expulsando todo aquello
que hasta ayer me acompañaba.
Vivo en su centro como viven los moluscos,
babosos e invertebrados, cordializando
con la concha que los protege.
Doy rondas, tanteo su superficie,
hago trampas: intento horadarla
guardando la esperanza de encontrar
respiraderos al otro lado.
Pero soy de acá, este es mi hogar
y aunque me vaya, aunque me escape lejos,
este encierro siempre será mío.
Vivo como el cangrejo ermitaño,
como un decápodo errante,
refugiado en conchas vacías,
atrapado, impenitente, esperando
la bondad de alguna ola que me arrastre
o termine de ocultarme en la arena.
Estoy hecha de retazos, pedacitos coloridos de cada vida que pasa por la mía y que voy cosiendo en el alma.
No siempre son bonitos, ni siempre felices, pero me agregan y me hacen ser quien soy.
En cada encuentro, en cada contacto, voy quedando mayor... En cada retazo una vida, una lección, un cariño, una nostalgia... Que me hacen más persona, más humana, más completa.
Y pienso que es así como la vida se hace: de pedazos de otras gentes que se van convirtiendo en parte de uno también. Y la mejor parte es que nunca estaremos listos, finalizados... Siempre habrá un retazo para añadir al alma.
Por lo tanto, gracias a cada uno de ustedes, que forman parte de mi vida y que me permiten engrandecer mi historia con los retazos dejados en mí.
Que yo también pueda dejar pedacitos de mí por los caminos y que puedan ser parte de sus historias.
Y que así, de retazo en retazo podamos convertirnos, un día, en un inmenso bordado de "nosotros".
"Dos personas me han hecho la misma pregunta: ¿para qué sirve la poesía? Y yo les he dicho: bueno, ¿para qué sirve la muerte? ¿para qué sirve el sabor del café? ¿para qué sirve el universo? ¿para qué sirvo yo? ¿para qué servimos? Qué cosa más rara que se pregunte eso, ¿no?
Jorge Luis Borges
Paul Celan
Lo hallaron nueve o diez días después.
Por aquí pudo haber flotado su cuerpo,
delante de la cabeza de Orfeo,
que iría recitando el kadish río abajo
con un cuórum de espíritus errantes.
Habrá imaginado que la pregunta
con que nos invitó a leer cada poema:
«¿De dónde viene y hacia dónde va?»
sería la misma que se harían
quienes lo buscaron en la incertidumbre de los días,
la que recuerda una extranjera
mientras se revuelven los dolientes
en la corriente del Sena, el 22 de junio de 2016.
Tania Ganitsky
Nunca he tenido algoque decir.La poesía es el síntomade mi silencio.Algunas imágenes errantescomo los tigreslos caballosy las piedrasflotan en el aire.Nada de esto pesa, pasa, aplaza.Las metáforasno concilian la distancia poéticade dos abismos.El mar ha muerto.El desierto ha muerto.Lo sé porque una vez envenenéa un caracol con saly burbujeabaigual que este vertederode palabras.
Podría leer una hora más sobre Emily Dickinson,
o quizás uno de sus poemas. Mejor trataré de olvidar
uno para asombrarme de nuevo y hacerle miles
de preguntas. ¿En qué aguas pescas las palabras?
¿Mientras esperas a que muerdan el anzuelo, te
distraen las medusas que flotan alrededor? ¿Las
muerdes tú primero? Empecé a escribir este poema
para olvidar uno tuyo y el oleaje nos aproximó. Mira
lo cerca que estamos: el barco averiado en que saliste a
pensar se hunde justo aquí y no sé si nos salvamos.
Tania Ganitsky
Saber vivir
No sé… si la vida es corta
o demasiado larga para nosotros.
Mas sé que nada de lo que vivimos
tiene sentido, si no tocamos el corazón
de las personas.
Muchas veces basta ser:
regazo que acoge,
brazo que envuelve,
palabra que conforta,
silencio que respeta,
alegría que contagia,
lágrima que corre,
mirada que acaricia,
deseo que sacia,
amor que motiva.
Y eso no es cosa de otro mundo,
es lo que da sentido a la vida,
es lo que hace que ella
no sea ni corta, ni demasiado larga,
sino que sea intensa,
verdadera, pura…. mientras dure.
Cora Coralina
No sé… si la vida es corta
o demasiado larga para nosotros.
Mas sé que nada de lo que vivimos
tiene sentido, si no tocamos el corazón
de las personas.
Muchas veces basta ser:
regazo que acoge,
brazo que envuelve,
palabra que conforta,
silencio que respeta,
alegría que contagia,
lágrima que corre,
mirada que acaricia,
deseo que sacia,
amor que motiva.
Y eso no es cosa de otro mundo,
es lo que da sentido a la vida,
es lo que hace que ella
no sea ni corta, ni demasiado larga,
sino que sea intensa,
verdadera, pura…. mientras dure.
Cora Coralina
Un cantar quiero para mi monte patria
con el amor de un campesino
que a la patria, la pachamama
cada mañana saluda
cuando la claridad asoma por el cerro guayaquil,
por el cerro san Juan,
por el cerro de la antena,
que al mirarlos se van de mi las penas
por el rió grande se van mis sufrimientos
cada vez que miro sus aguas al atardecer,
como si en los arreboles de las laderas
y las olas del paloma hacia abajo
estuviese el amor de los indios
que su inmenso corazón nos dejaron
y no nos damos cuenta que aquí vivieron,
dicen que desaparecieron
¡nooooo
Aún existen y ellos le dan la fuerza a nuestro canto
¡canta indio o mestizo monte patrino
aún que la vida te presente los escollos más difíciles
y las pruebas más dolorosas del destino
¡ canta al amanecer y en todo momento
canta cuando tu corazón más flaquee
y asi podamos abrir las melgas
para los sombríos de nuestros hijos
que nos iran siguiendo en el camino
¡canta monte patrino
hasta que te escuche
la voz de los indios que aquí primero sembraron
y te escuchen los corazones de nuestros hijos
que sembrarán mañana y siempre
las semillas eternas de monte patria